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«Lawrence de Arabia»: la epopeya de quien fue perseguido por su leyenda

Medio siglo después de su estreno, «Lawrence of Arabia» es un clásico consagrado y una obra que muchos consideran irrepetible, no solo por su calidad artística sino también por el carácter faraónico de un proyecto que dada su magnitud -su más reciente versión incluye un metraje de 217 minutos- y su coste desorbitado, hoy sería desechado por los estudios. David Lean fue el autor de esta epopeya que incide en la enigmática existencia de un hombre perseguido por su leyenda.

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Koldo LANDALUZE

Existen dos clases de hombres: aquellos que duermen y sueñan de noche y aquellos que sueñan despiertos y de día... estos últimos son peligrosos, porque no ceden hasta ver sus sueños convertidos en realidad». En estos términos se expresaba el gran protagonista de la gran odisea desértica que filmó David Lean en el 62, Thomas Edward Lawrence, más conocido como «Lawrence de Arabia». Este clásico protagonizado por Peter O'Toole fue estrenado entre el 10 y el 21 de diciembre de 1962 en Londres, Nueva York y Los Ángeles y arrasó en los Óscar del año siguiente donde consiguió siete premios, entre ellos el de mejor película y el de mejor dirección. Un merecido tributo a un proyecto titánico, descomunal y que hoy sería inconcebible sin la aportación de los recurrentes y artificiosos efectos digitales.

Para inmortalizar en la gran pantalla la historia del galés Thomas Edward Lawrence al frente de las milicias árabes contra el imperio otomano en la Primera Guerra Mundial, Lean quiso reproducir al detalle los enfrentamientos bélicos y recurrió a miles de extras y un ejército de centenares de dromedarios. Los campamentos y los combates se escenificaron en la inmensidad de unos paisajes desérticos localizados en lugares como Almería, Marruecos y Jordania, un despliegue que resultaba obligatorio por el tipo de producción pero que contaba con la limitación de los recursos tecnológicos con los que se contaba en los 60.

Una compleja personalidad

El engranaje argumental de «Lawrence of Arabia» está basado en el relato autobiográfico del propio protagonista («Los siete pilares de la sabiduría») en el que este arqueólogo, militar y literato nacido en Gales en 1888 rememoró sus andanzas en el norte de África y Oriente Medio. La crónica vital y el muy personal viaje iniciático protagonizado por Lawrence se inició En 1914, poco antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, cuando este aventurero que, nueve años atrás y animado por su mentor, el profesor David George Hogarth -un arqueólogo especializado en Oriente Medio-, viajó hasta Siria para trabajar en los yacimientos hititas de Cachemira, a orillas del río Éufrates. Es allí, recorriendo un total de 1.400 kilómetros a pie durante cuatro años, cuando inició su conocimiento la zona, la lengua y las costumbres de sus gentes, fue entonces cuando Lawrence, al igual que otros occidentales «locos», fue envenenado para siempre por el halo romántico y misterioso que emana de los desiertos.

En 1914 entró en la Sinai Survey, compañía topográfica dirigida por lord Kitchener y que, en realidad, se trataba de una tapadera del espionaje militar británico. Mientras cumplía su labor como un gris oficinista en una polvorienta oficina de El Cairo, le fue encomendada la misión que lo transformaría en leyenda. Fue enviado a la ciudad de Jidda para intentar convencer al rey Hussein de que liderara la revuelta árabe que tímidamente habían comenzado sus hijos Abdullah y Feisal contra los turcos.

La amistad que se estableció entre Lawrence y el emir Feisal fue decisiva para el éxito de su cometido, el cual implicó la ardua tarea de coordinar a las enfrentadas tribus beduinas. Ascendido a coronel, participó en las operaciones militares árabes, durante las cuales resultó herido en varias ocasiones e incluso fue apresado, torturado y violado por un bey turco. Transmitió a los árabes la idea de unidad nacional, al mismo tiempo que encabezaba las acciones del general Allenby en el ataque a la línea férrea Damasco-Medina. En mayo de 1917, respaldado por una partida de guerreros árabes, emprendió una travesía casi suicida de 965 km a través del desierto para sorprender a los turcos y capturar el puerto de Akaba en el mar Rojo, su mayor logro militar.

Atormentado por su leyenda

Tras la captura de Damasco, se embarcó rumbo a Gran Bretaña para promover la causa independentista árabe. Durante el invierno siguiente, Lawrence y los árabes mantuvieron las acciones de apoyo del flanco derecho del ejército de Allenby en Palestina hasta que, el 1 de octubre de 1918, lograron la victoria definitiva que les permitió la entrada en Damasco. Poco después, comprobó que su idea de crear una federación árabe ligada a Gran Bretaña había sido abortada dos años antes, merced al tratado Sykes-Picot, por el cual el Gobierno británico cedía a Francia un mandato sobre Siria, reparto que se confirmó en el tratado de paz de Versalles de 1919. Profundamente decepcionado, en 1921 aceptó un cargo en la Oficina de Colonias como consejero de Churchill, a quien asesoró en asuntos árabes y acompañó a Egipto y Palestina.

Desencantado y profundamente atormentado, Lawrence -quien había mostrado su desacuerdo con los planes coloniales británicos y sufría los traumas de su violación- quiso huir de su propia leyenda y optó por el retiro, rechazando las condecoraciones que quiso concederle el monarca Jorge V. Se alistó en la RAF bajo el nombre de John Hume Ross y, descubierta su nueva identidad, se enroló, también con nombre falso, en una unidad acorazada. Durante dos años sirvió como soldado raso en la India. A finales de 1923, legaría para la posteridad su libro «Los siete pilares de la sabiduría». En 1926, este título y «Revolt in the Desert» se convirtieron en un gran éxito editorial. Animado, entre 1927 y 1928 escribirá otro libro, «The Mint», basado en su primer alistamiento en la Royal Air Force y escribirá una traducción de «La Odisea» de Homero que culminó cuatro años más tarde.

El 19 de mayo de 1935, un soldado falleció en un accidente de motocicleta cuando intentaba esquivar a dos ciclistas. Solo Churchill y un grupo reducido de personas, incluidos sus parientes próximos, supieron que el tal Thomas Shaw que había muerto en el hospital militar de Wool era, en realidad, el legendario Lawrence de Arabia.

La epopeya de un rodaje

En «Lawrence of Arabia» se revive la acción y el drama de unos años de cambio que, a pesar del tiempo transcurrido, guardan relación con los problemas que sacuden actualmente a Palestina o Siria. En referencia a su monumental obra, David Lean declaró: «Una de las fuentes de nuestra película sobre T. E. Lawrence es su propio libro, `Los siete pilares de la sabiduría'... El guión es esencialmente la descripción de Robert Bolt de Lawrence. Es muy próxima a mi propia concepción de Lawrence, también... Exceptuando una brevísima introducción solo hemos tratado sobre los dos años que pasó en el desierto. De hecho fueron toda su vida. Espero que hayamos creado un héroe excepcional».

Lean y el productor Sam Spiegel, con el que había trabajado en la no menos célebre «El puente sobre el río Kwai», se emplearon a fondo a la hora de llevar este nuevo proyecto conjunto que contó con el guión de un Robert Bolt que debutaba en el cine. La mayor parte del rodaje se desarrolló en Jordania, donde tuvieron lugar muchos de los episodios protagonizados por Lawrence. Los técnicos descubrieron en esta escenografía los restos de la vía férrea turca que el galés y los guerrilleros árabes dinamitaron cuarenta años atrás.

Tras el prólogo que relata su accidente mortal, la película se inicia plácidamente, con Lawrence hablando con sus compañeros oficiales. La llama de una cerilla que enciende un cigarro da paso a una de las panorámicas más espectaculares de la historia del cine. Así, al menos, fue sentido por los espectadores que, desde una atmósfera oscura y cerrada, eran trasladados de inmediato a la inmensidad de todos los desiertos de Arabia gobernados por un sol que lo abarcaba todo. «Lawrence -dijo Lean- fue mordido por el desierto y sus habitantes... y no hay nada como la gran pantalla para mostrarlo».

Marlon Brando fue la primera opción para el rol protagonista, pero el actor se había embarcado en el rodaje de «Rebelión a bordo» y Alec Guinnes -que acababa de encarnar un papel similar al de Lawrence sobre los escenarios londinenses, en la obra «Ross»-, era demasiado mayor para dar vida al protagonista. A cambio, Guinnes se metió en la piel del príncipe Feisal. Finalmente, un actor de la escuela shakesperiana que apenas había participado en varios rodajes, Peter O'Toole, fue elegido para el papel y Lean le respaldó con la inclusión en el reparto de algunos de los actores británicos y norteamericanos más prestigiosos del momento.

Para su cincuenta aniversario, el filme se ha rejuvenecido por completo con el lanzamiento de una edición en formato Blu-ray restaurada. Esa caja con cinco blu-ray incluye entrevistas con los protagonistas, la inmortal y oscarizada banda sonora compuesta por Maurice Jarre y la llamada «versión del director».

«Lawrence of Arabia» está considerada por el American Film Institute la mejor película épica jamás realizada por delante de «Ben-Hur» y la séptima mejor película de todos los tiempos, una lista que encabeza «Ciudadano Kane», seguida por «El Padrino» y «Casablanca».

Un proyecto épico

Pese a tratarse de una superproducción con grandes estrellas del cine, un amplio elenco de intérpretes y centenares de extras, ninguna mujer aparece en la pantalla y a pesar del rol definitivo que jugó la arqueóloga, escritora y aventurera Gertrude Bell en la vida de T. E. Edward. Steven Spielberg y Martin Scorsese, entre otros, fueron los artífices principales de la versión restaurada que se realizó en 1989, que recuperó metraje descartado en su día y la obertura musical de Maurice Jarre.

Marlon Brando y Albert Finney fueron las dos primeras opciones para el papel de Lawrence, para el que también se tuvo en cuenta a Montgomery Clift. La película conquistó siete Óscar en la gala de la Academia de Hollywood, entre ellos a la mejor película, mejor director, mejor banda sonora –Maurice Jarre– y mejor fotografía –impresionante trabajo de Freddie Young–. Gregory Peck, por su papel de Atticus Finch en “Matar a un ruiseñor”, fue quien ganó el premio de mejor actor al que optaba Peter O’Toole. Horst Buchholz y Alain Delon fueron tanteados para el papel de Sherif Ali, que interpretó finalmente un Omar Sharif, que en principio había sido seleccionado para un papel mucho menor. Peter O'Toole se negó a acudir a la presentación oficial de la película en Hollywood si no se invitaba al actor egipcio. El episodio de la tortura y violación de Lawrence no aparece en “Los siete pilares de la sabiduría”, pero sí en otro relato más selecto y restringido que escribió el propio autor.K.L.

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