LA VANGUARDIA | Editorial, 2013/1/3
La complejidad catalana
La crisis que no cesa y el cambio de onda del catalanismo han caracterizado la política catalana en el 2012. (...).
En el orden político, la gran manifestación del pasado Onze de Setembre mostró con claridad que una parte significativa del catalanismo se ha desplazado hacia el soberanismo(...). Y aunque, como se ha visto en las elecciones del 25 de noviembre, la sociedad catalana es muy plural y matizada, parece fuera de discusión que tal evolución es consecuencia de dos factores. Por una parte, la sentencia del TC cercenando en el 2010 un Estatut que había superado todos los trámites legales (en el contexto de una desaforada campaña de los medios de comunicación y del PP, error que el propio Rajoy reconoce en privado); por otra, la popularización de los datos sobre la carga fiscal que recae sobre Catalunya, presentada por no pocos líderes españoles como egoísta a pesar de que su cuota de solidaridad rebasa con creces lo que se considera razonable en países tan serios como Alemania.
La idea de que la economía y la identidad catalanas peligran en una España que, impelida por la crisis y liderada por el Partido Popular, tiende hacia la recentralización, ha cristalizado en amplios sectores. No en todos, ciertamente: como los resultados electorales indican(...).
Artur Mas explicó que avanzaba las elecciones para hacerse eco de las aspiraciones del Onze de Setembre, pero la impotencia financiera también debió de influir en su apuesta. El riesgo de su decisión era alto. Y el resultado de las elecciones le ha complicado todavía más las cosas: el president tiene hoy una mayoría menos sólida. Su pacto de legislatura con ERC, tan inevitable como complejo, le obliga a enfrentarse con escaso margen de movilidad a dos hercúleos objetivos: austeridad y consulta soberanista. El anuncio de una política económica menos genuina (más impuestos) puede distanciarle de parte de sus votantes; y las previsibles tensiones con el Gobierno español pueden dificultar más, si cabe, la cuadratura de las cuentas.
Catalunya está en un momento muy delicado. Para evitar daños irreparables, los gobiernos catalán y español y la sociedad civil deberían actuar con la máxima serenidad, con la mayor cautela, con un enorme sentido de la responsabilidad y con una permanente voluntad de diálogo.