LA JORNADA | Jorge Eduardo Navarrete, 2012/1/2
Acuerdo in extremis
(...) A minutos de la medianoche del 31 de diciembre, el Senado aprobó un acuerdo parcial referido sobre todo al tema de los impuestos y que abre un plazo de dos meses para continuar negociando los recortes que se impondrán al gasto. La votación a favor de esta débil salida provisional fue abrumadora: 89 frente a ocho. Por la noche del feriado de Año Nuevo el frágil acuerdo fue aprobado por la Cámara de Representantes y, tras su promulgación por parte del presidente -triunfador indiscutible de uno de los más epónimos episodios de brinkmanship («práctica de seguir una política peligrosa hasta el límite de la seguridad antes de detenerse») de que se tenga memoria- se evitó, de manera temporal, la caída desde el acantilado fiscal, aunque todo mundo quedó con mal sabor de boca(...).
Un primer balance de los elementos del acuerdo, basado en el resumen del «The New York Times» (...). En el platillo republicano quedó muy poco, si se considera que partían del dogma de «no más impuestos» (...) Es claro que en los próximos dos meses presionarán al máximo en materia de recortes al gasto -salvo el destinado a sus partidas favoritas, como gasto militar y apoyo selectivo a empresas, las petroleras entre ellas- intentando que los recortes afecten los programas de salud y educativos. Usarán también, como arma adicional, la negociación sobre el aumento del tope de endeudamiento del gobierno federal, tema que en 2011 les permitió arrinconar a un gobierno demócrata lastimado por el desfavorable resultado de la elección intermedia. Es claro que la correlación de fuerzas es ahora diferente y que el talante de Obama es también muy distinto(...).
Todo permite anticipar, superado in extremis el acantilado fiscal, una nueva batalla de grandes proporciones. La abrumadora derrota electoral sufrida no parece haber convencido a los republicanos y a las élites financieras privadas de que la mayoría del electorado desea la permanencia y fortalecimiento de elementos propios de un sistema de protección social universal -que cubra cuestiones de salud, empleo, educación, vivienda, infraestructura, formación profesional y apoyo a las artes y las ciencias- y no su desmantelamiento. Es claro que la mayor economía del mundo, aún afectada por crecimiento bajo y alto desempleo, bien puede permitirse un moderno estado de bienestar.