CRíTICA: «The Master»
Todas las religiones son igual de mesiánicas
Mikel INSAUSTI
Por fin he visto una película de Paul Thomas Anderson que me ha convencido al cien por cien. Nunca he dudado de su talento narrativo, pero se me atragantaban esas secuencias como «la lluvia de ranas», dispuestas en cada una de sus creaciones a modo de momento álgido y provocativamente sacado fuera de contexto. Por supuesto que en «The Master» también existe, en cuanto obligada seña de autor, pero todo el tono de lo que le precede es tan delirante que, cuando llega, no se percibe como una disgresión y encaja sin problemas. Me refiero a la fiesta en la que el protagonista ve desnudas a todas las mujeres invitadas, con tal realismo que la escena no parece ser fruto de su obsesiva y calenturienta imaginación.
Paul Thomas Anderson se sitúa con «The Master» al nivel de Bergman o de Dreyer. Y para llegar a semejante grado de lucidez ha escogido el camino más difícil y tortuoso, porque el tema de la Iglesia de la Cienciología se prestaba a todo menos a una visión tan seria y reflexiva sobre la verdadera naturaleza de las religiónes. El cineasta no hace distinciones entre las diferentes formas de culto, tratando a lo que el mundo entero identifica como una secta con el mismo rango que a las creencias oficiales. La clave reside en el mesianismo, que es el componente esencial que iguala a cualquier comunidad que practica una fe basada en la redención. Qué más da si el gurú de turno predica la venida del Espíritu Santo o de los extraterrestres.
Anderson concentra todo ese discurso mesiánico en la relación entre maestro y discípulo, incidiendo en el carácter paternofilial que implica la búsqueda del Creador. Los feligreses no son otra cosa que ovejas descarriadas que necesitan a un pastor que les guíe, y el alcoholizado personaje de Joaquin Phoenix encuentra a su líder espiritual en charlatán encarnado por Philip Seymour Hoffman. Ambos parecen salidos directamente de un melodrama clásico de posguerra, apoyados en primerísimos primeros planos que remarcan un carácter tan traumático como el del propio contexto histórico.