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Raimundo Fitero

Colocados

 

Tantas veces debemos volver a la casilla de salida para entender lo que nos está sucediendo que ya no cuenta la titulación ni el escrutinio, sino la lista oficial del sorteo. Perseguidos televisivamente por el coleccionismo de perfil manufacturero que nos incita a las más extravagantes sumisiones, las rebajas serán un eslabón perdido, mientras el tema del día son los smartphones, las tabletas, los e-books y todo este mundo digital al que nos hemos lanzado sin apenas recordar que la función crea el órgano y no al revés. Le pones una foto de papel a un joven y le da con el dedo para que se mueva y aparezcan las demás fotos.

Está claro que son el negocio de ahora y también está claro que lo que pagamos por la utilización de los servicios que nos ofrecen las operadoras de telefonía forman parte de un pacto de bandas. El coste real de hablar, de recibir una señal mala de Internet, es relativamente barato, lo que lo encarece es todo el tinglado político-empresarial que se va enquistando creando una clase parásita, que cobra mucho y que no es productiva ni sirve para la operatividad. Todo es una gran farsa, todo se crea a un precio ínfimo y se va encareciendo hasta llegar a nuestras manos para enriquecer a unos pocos.

Pero lo que ha sucedido estos días es que se ha puesto, cara, jeta, nombre y apellido a una de estas estafas, de esos escándalos que vuelven a reincidir en la paciencia de los usuarios. Movistar, es decir Telefónica, ha contratado como asesor para Latinoamérica y Europa a Rodrigo Rato. Aquí se dan todas las circunstancias más descaradamente provocadoras, que más huelen a corrupción pura y dura, ya que era ministro de Hacienda el tal Rato cuando se privatizó Telefónica y que se trata de un individuo al que echaron del FMI y que ha protagonizado el timo bancario más asqueroso al frente de Bankia.

Ya no se puede aguantar más. Mantener las cuentas con esta compañía que tiene, entre otros muchos, a Zaplana, Urdangarin y Rato en su nómina, es alimentar la más absoluta de las aberraciones. Lo malo es elegir dónde ir, porque en todas hay rastros políticos en sus directivas. Todos colocados.

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