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Algo ha cambiado para que la violación y muerte de Jyoti Singh Pandey no hayan sido inútiles

La violación y muerte de una estudiante en Nueva Delhi en diciembre desató una ola de indignación y protestas en la India a raíz de las cuales los medios de comunicación resaltaron la misoginia imperante en aquel país, donde las autoridades son incapaces, o no se preocupan, de hacer frente a ese fenómeno en una cultura en la que el acoso sexual no es considerado una conducta despreciable y existe la tendencia, incluso en el estamento judicial, de culpabilizar a la víctima de su propia violación. Pero la agresión a Jyoti Singh Pandey ha cambiado algo. Ha sido el detonante de una reacción contra esa y todas las violaciones, contra toda agresión a las mujeres. Dos datos significativos de ese cambio son, por un lado, el hecho de que el procedimiento de la causa se haya acelerado, cuando lo habitual es que esos casos no lleguen a los tribunales hasta meses después, y por otro, el recurso de muchas mujeres a técnicas de autodefensa. Tal vez, ojalá, esa reacción sea el comienzo de un profundo cambio en la actitud de aquella sociedad y -aunque será un largo camino- la consecuencia del mismo sea el cumplimiento del deseo de los padres de Jyoti Singh Pandey: que su violación y muerte no hayan sido inútiles.

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