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Anjel Ordóñez Periodista

Certezas y actitudes frente a la crisis

Los sindicatos vascos auguran un 2013 especialmente complicado en materia de empleo. A decir verdad, no parece esta una gran revelación. Nadie espera de este año mejoras sustantivas en la regeneración de los tejidos productivos ni tampoco avances significativos en la creación de puestos de trabajo. Si acaso, todo lo contrario. La calle, sin ir más lejos, destila pesimismo y duda seriamente de que este año recién estrenado vaya a suponer un punto de inflexión en la deriva destructiva por la que transitan el empleo y el bienestar social en Euskal Herria. Las irresponsables medidas restrictivas y el inducido descenso en picado del poder adquisitivo de amplias capas de la sociedad retraerán el consumo y, por ende, seguirán mermando la capacidad de recuperación de las principales estructuras de la economía real: las productivas.

Parece claro que la cosa tiende a peor. Lo dicen los sindicatos, pero también los portavoces de la clase empresarial. Lo dicen el Gobierno de Gasteiz, el de Madrid, el de París y el de Berlín; lo dicen las agencias de calificación de riesgos, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional. Aunque desde diferentes ángulos y con objetivos nada coincidentes, la gran mayoría pinta un panorama de extrema crudeza y pocas opciones para el optimismo. Por lo tanto, y a priori, vaticinar que 2013 será un mal año no supone arriesgar nada en absoluto, ni tampoco aportar demasiado a la apertura de vías de solución a una situación crítica para miles de familias vascas.

Por eso, si bien se piensa, puede que sean precisamente esas certezas inquebrantables y ese inapelable pesimismo los que nos estén arrastrando hacia la profunda sima de una alarmante ineluctabilidad. Puede que un poco entre todos estemos adelantando el resultado final de un partido que todavía está por disputar, y en el que todos tenemos mucho que decir. Y en este contexto, LAB asegura que la confrontación y la movilización serán también en 2013 el único camino viable y efectivo para la clase trabajadora. La paulatina destrucción de derechos adquiridos durante décadas y la destrucción del empleo no dejan más opción. Hay que plantar cara. No es nada nuevo, pero sí es algo urgente.

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