CRíTICA: «Cirque du Soleil: Mundos Lejanos 3D»
Ya no hay pista, ni carpa, ni jaulas, ni caravanas, ni...
Mikel INSAUSTI
Por qué lo llaman circo? La compañía canadiense Cirque du Soleil, que fija su sede actual en Las Vegas, de circense sólo tiene el nombre. En realidad practica un tipo de espectáculo teatral, más cercano al ballet que a cualquier otra modalidad relacionada con el orígen de la barraca o la atracción de ferias ambulante. Se ha desprendido de la pista tradicional, de los domadores y las fieras salvajes, de las caravanas, las carpas y demás señas de identidad de aquel mundo decadente y felliniano. A cambio venden al público unas funciones en las que las acrobacias, el equilibrismo, la danza, la gimnasia artística o la natación sincronizada, están puestas al servicio de una dimensión mágica y puramente imaginativa que pretende romper las barreras escénicas.
La película en 3D podía haber ayudado a conseguir ese logro creativo que persigue la troupe canadiense, pero se queda corta y esconde un objetivo más pragmático, consistente en ofrecer una versión resumida de los distintos espectáculos de Cirque du Soleil por el módico precio de una entrada de cine. La reducción de la tarifa es lógica, puesto que es de justicia hacer un desembolso mayor por la actuación en vivo, donde la vida del artista peligra. La pantalla no puede transmitir la misma emoción del directo, menos aún dentro de una propuesta que aspira a la perfección del artificio, sin dejar lugar alguno para la tensión real de la caída o el golpe a causa de los errores humanos asociados al riesgo mortal.
Eliminado el componente circense, para mi esencial, del miedo, lo que queda es el culto a la plasticidad, a la belleza visual de los movimientos que intentan desafiar las leyes de la gravedad con la ayuda de cables y cintas elásticas invisibles. No en vano James Cameron se encarga de producir su variante terrestre, por así decirlo, de «Avatar». Es una representación tridimensional de los elementos de la naturaleza que, a falta de un guión o desarrollo narrativo, muta en fantasía romántica introducida por el realizador Andrew Adamson en forma de viaje al otro lado del espejo inspirado en «Alicia en el País de las Maravillas».