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Iñaki Gil San Vicente | Pensador marxista

Cuatro opciones para 2013 (I)

El capitalismo es peor que el peor de los monstruos, porque él es el capital en autoexpansión. Para sobrevivir, el capital ha de crecer, lo que le obliga a devorar primero a la especie humana y al planeta y luego devorarse a sí mismo. Por ejemplo, cada vez hay más lugares en los que el agua potable es más cara que la Coca-cola o en los que para producir un filete de ternera se necesitan 7.000 litros de agua. Por esto, el capitalismo es peor que Cronos, que solo se comía a sus hijos, y peor que el dios cristiano que sacrificó a su hijo para salvarse él mismo. Cronos, dios... son creaciones opiáceas de la humanidad alienada, pero el capital se ha autocreado gracias al terrorismo aplicado en la lucha de clases, en la opresión nacional y en la explotación de sexo-género.

Para conocer 2013 hay que estudiar las contradicciones del capital en su momento auténtico, en sus crisis. Por ejemplo, el nivel de los mares seguirá aumentando, ya lo ha hecho en 11 milímetros desde 1992, superando las peores expectativas de la ONU y desencadenando una sinergia destructora aun desconocida. La realidad cruda del capitalismo únicamente se descubre en sus períodos de tensión extrema, agónica, cuando se han hundido todas las mentiras e ilusiones, y cuando la inhumanidad inherente a la propiedad privada empequeñece y ridiculiza a Baal y a Moloch, simples figurillas de barro comparadas con la ferocidad de la tasa de beneficio.

El alma del capital radica en la sangre humana, y cuantas más hambre y enfermedades padezca la humanidad, más triunfos se adjudicarán el euro y el dólar, esencias del humanismo burgués, un humanismo tan brutal que el Gobierno portugués ha aconsejado al pueblo que no caiga enfermo, mientras que la burguesía española ha decidido entregar el negocio de la salud a la piratería privada. Por ejemplo, la desesperada política yanqui por asegurar sus reservas de crudo y otras causas hacen más que posible que el calentamiento climático se acerque a los 3,60 C en unas décadas, límite catastrófico según el último informe de la Agencia Internacional de la Energía.

Y es que el capitalismo tritura lo real, lo humano, impelido por sus contradicciones internas, objetivas. Lo objetivo es aquello de lo que no podemos escapar por mucho que neguemos su existencia. Podemos renegar y reírnos de la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción, del choque entre el creciente contenido social de la producción y la creciente privatización burguesa de lo producido, de la concentración y centralización de capitales, de su perecuación, pero en EEUU el 1% de la población posee el 40% de la riqueza y casi el 25% de la renta nacional, y en Vascongadas el 1,3% el 44,4% del PIB: malvivimos bajo la dictadura objetiva del capital, aunque subjetivamente no lo veamos.

También podemos ampararnos en el rebaño que niega la validez de la ley del valor-trabajo, de la teoría de la plusvalía, de la ley de la caída tendencia de la tasa media de beneficios y de la dialéctica, ridiculizándola. Esto y mucho más podemos hacer, pero los hechos son tozudos, aplastantes.

Ahora mismo una nueva recesión agrava aun más la larga crisis iniciada en 2007, llamada la verdadera Gran Depresión. Recordemos que las grandes depresiones y crisis han concluido en guerras mundiales. 2013 será el compendio crudo de lo anterior, su expresión, y a la vez será el tiempo en el que se agudicen más todavía estas y otras contradicciones por la sencilla razón de que el capital nunca puede exterminar del todo la conciencia humana. Puede idiotizarla, acobardarla, engañarla y drogarla con esos 400.000 millones de dólares que como mínimo se gastan al año en estupefacientes en el mundo. Todo con tal de exterminar la conciencia crítica o reducirla a un diminuto rescoldo oculto en la gris ceniza fría de la llamada «normalidad democrática».

Pero nunca la exterminará definitivamente, porque la antropogenia es anterior a la acumulación originaria de capital. Tarde o temprano, el aumento de la explotación y la reducción del salario chocan con el límite biológico y social de la reproducción de la fuerza de trabajo.

Conforme se llega a esta dramática situación, la gente oprimida va optando por cuatro alternativas básicas: La primera, indiferencia ética y pasividad política aunque sepa que un 20% de la infancia irlandesa va a dormir con hambre, que en el Estado español los beneficios de algunas empresas públicas privatizadas servirían para cubrir los gastos sociales, manteniendo y hasta mejorando los servicios públicos si hubiera voluntad política. Más concretamente, el centenar de grandes propietarios del Estado obtuvieron en 2012 beneficios sobrados como para pagar el gasto público en pensiones, sanidad y desempleo. La gran burguesía estatal es un 8,4% más rica que en 2011, mientras que la pobreza infantil se ha disparado un 41% desde el inicio de la crisis. A la indiferencia y pasividad se le une la huida, como los miles de jubilados alemanes que se afincan en países más baratos porque no les llegan las pensiones de miseria, pensiones bajas que se cobran tras una década de retroceso salarial continuado a pesar del casi pleno empleo de 2012, que se debilitará en 2013.

La segunda, que la pasividad e indiferencia se transformen en extrema derecha, fascismo e imperialismo, porque esa gente sabe que el mundo sólo necesitaría 9.000 millones de dólares para solucionar el problema del agua y del alcantarillado, pero prefiere que la Unión Europea se gaste 164.000 millones anuales en helados, tabaco y alcohol, y el imperialismo occidental, EEUU y la UE, 17.000 millones en comida para perros y gatos. Esa gente se sabe parte del 20% del planeta que posee el 82% de la riqueza mientras acepta que más de mil millones solo disponga del 1,4%; acepta el hambre en el mundo, sobre todo esos 220 millones de niños desnutridos, aunque puede acabarse con esa lacra solo con el 1% del rescate bancario mundial. Es la gente que exige la limitación del derecho de huelga, aunque el Estado español haya transferido como mínimo 216.000 millones de euros del erario público al capital privado, lo que equivale a 4.500 euros por habitante, con una tasa de paro que va a superar el 25%. Una vía hacia la derecha es la desesperada sumisión de ese 63% de jóvenes del Estado dispuestos a trabajar sin cobrar con tal de «hacer méritos», pero otros girarán a la izquierda.

La tercera es el reformismo más o menos duro pero sin una estrategia revolucionaria ofensiva. Islandia es un ejemplo de las virtudes y limitaciones de esta opción. Lo mismo que los comedores públicos portugueses para la infancia, o las cooperativas griegas para superar la enorme pobreza energética, que en el Estado español llega ya al 15% de su población. En 2012 se ha incrementado la distancia entre la burguesía y el proletariado en la OCDE, afianzándose la tendencia de 2011, cuando se cayó a niveles de desigualdad de hacía 30 años; y 2013 será peor que 2012. Según Intermón, de seguirse así, en 10 años será pobre el 40% de la población del Estado español. Oficialmente, en Vascongadas las personas que han visto empeorar sus condiciones de vida han pasado del 8,1% en 2008 al 16,7% en 2012. Las que no logran cubrir el gasto básico han subido del 3,1% al 5,7%, un incremento del 88,1%. Las familias con problemas graves de alimentación han aumentado un 116,8% desde 2008, mientras que padece hambre el 2,1%, dato nunca conocido desde que en 1996 se inició el conteo. En Nafarroa hay un mínimo de 4.000 familias sin ningún ingreso económico. Son dinámicas del capitalismo occidental que no pueden ser revertidas con un neokeynesianismo resucitado fuera de su extinto contexto histórico, sino solo mediante una áspera y dura lucha de clases.

Debemos asumir esta realidad de empeoramiento acelerado para avanzar en nuestra lucha de liberación nacional, de clase y antipatriarcal o, de lo contrario, nos arrastrará la marea.

Y la cuarta opción es la lucha revolucionaria, sobre la que me extenderé en un próximo artículo.

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