Draghi plantea sacrificar a toda una generación en el paro ante los múltiples dioses del mercado
El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, compareció ayer ante la prensa desbordante de optimismo. Habló de una mejora significativa de la confianza, de un contagio positivo en los mercados, la atenuación de las primas de riesgo y el retorno del flujo financiero a los países más endeudados. Y advirtió de que seguir por el mismo camino exige que los recortes y los ajustes no decaigan y profundizar aún más en la senda de la austeridad, «que no tiene marcha atrás».
Resulta llamativo, y hasta cierto punto obsceno, el contraste entre ese optimismo y la realidad de una eurozona en recesión y con un paro en niveles récord. Draghi declaró que «nuestro mandato no es el pleno empleo, es la estabilidad de los precios», sin importarle la evidencia de que por esa vía se produce un daño severo en la economía real, y la furia asfixiante de recortes y ajustes que acarrea tiene un potencial de destrucción social gigantesco. Insiste en el error de defender la austeridad como algo «inevitable», como si se tratara de una creencia casi religiosa, un mito a seguir con fe ciega. A Draghi no parece importarle sacrificar toda una generación en el paro ante los múltiples dioses del mercado.