El entrenador, los jugadores, la directiva... Los aficionados del Athletic ya hemos elegido a estas alturas de la temporada nuestra diana particular. Si la temporada pasada nos hubiésemos encontrado con unos cuantos jugadores de juerga nocturna por Mazarredo les habríamos invitado a otra copa, seguro. Pero cuando la pelotita no entra... Uff. Todos y cada uno de nosotros afilamos nuestras flechas, tensamos nuestro arco particular y venga, a lanzar flechas sin parar a la diana. Pues no es ni lo primero ni lo segundo. Si estamos orgullosos de nuestro club es porque con su filosofía centenaria sigue en pie entre los grandes de Europa, que no es poco.

En estos días de balones de oro, jugadores galácticos y entrenadores maravillosos, debemos estar más orgullosos que nunca de nuestra gente. Y cuando digo nuestra gente es toda nuestra gente. Nuestro entrenador, que sigue dando ejemplo diario como el de hacer cola en Anoeta para pagar su entrada para ver a la Euskal Herriko Selekzioa. El mismo que la temporada pasada nos hizo recorrer toda Europa en un autobús litera lleno de ilusión, que tardaremos años en olvidar.

Nuestros jugadores que defienden sus colores cada día con la mayor ilusión. Ya sé que cobran un pastón y que son unos millonarios prematuros pero son nuestros jugadores siempre. El fútbol por desgracia se mueve en esos parámetros.

Nuestra directiva, elegida por los socios, que aunque no esté llevando una política comunicativa acertada, cumple sus promesas. Ni más ni menos. Cumplimiento escrupuloso de los contratos, respeto al euskara, potenciación del fútbol femenino y escolar, San Mames Barria y mayor acercamiento a los aficionados y sus peñas.

Tres pilares fundamentales para el buen funcionamiento de un Club como el Athletic que no es una Sociedad Anónima, ni falta que hace, y que siempre ha formado parte de la Primera División del fútbol que hoy en día es líder en Europa y en el Mundo. ¿A que no sabe el lector que el Athletic Club es el décimo equipo de Europa en número de títulos? No sabemos muchas cosas. No sabemos el tesoro tan preciado que tenemos. Tirémos las dianas, flechas y arcos al cubo de la basura y animemos más, que San Mamés parece una silenciosa biblioteca en la que sólo se oyen los gritos de las aficiones rivales. Beti Zurekin!!!