Karlos Trenor Preso en A Lama
Joxemi, 20 años
Soberanista hasta la médula, fue un hombre de izquierda, con una buena formación marxista. Tenía una aguda intuición política y era serio, muy serio en sus análisis
Veinte años ya. Se amontonan los recuerdos, más vivos que nunca: conversaciones interminables, cuando la noche se hacía inagotable; sueños compartidos; proyectos comunes... y, por encima de todo, una humanidad desbordante. Joxemi, para mí, es un todo. Y me resulta muy difícil destacar un aspecto suelto. Por encima de todo se impone la presencia de alguien permanentemente atento a lo que se movía a su alrededor, alguien que conseguía que lo que tú opinaras pareciera interesante, alguien con una enorme capacidad de asombro, de admiración.
Podría contar unas cuantas anécdotas, pero prefiero intentar lo imposible: destacar tres o cuatro rasgos.
1) Empiezo por lo que se ha callado muchas veces. Joxemi fue un hombre definido políticamente, con una opción clara. Hijo de su época, pasó por varios grupos hasta recalar en lo que era su «casa» natural: la izquierda abertzale. Soberanista hasta la médula, fue un hombre de izquierda, con una buena formación marxista. Tenía una aguda intuición política y era serio, muy serio en sus análisis. Pero su marxismo nunca fue dogmático. Estaba muy lejos del sectarismo, tan extendido en aquellos años ochenta.
2) Los últimos quince años de su vida los dedicó al euskera: EKB, «Argia», «Egunkaria»... y trabajó siempre en campo abierto, compartiendo tareas con gente de otras ideologías, de otras culturas. Tenía muy claro que el euskera era de todos: nadie debía patrimonializarlo.
3) Una vez hecha la opción por la prensa euskaldun, salió a relucir lo que considero una de las grandes capacidades de Joxemi: era un experto abridor de puertas. Una especie de cerrajero cultural que demostraba que muchos cerrojos oxidados podrían ser abiertos.
Aquello fue un torbellino. No era Joxemi solo: era un grupo de locos, atrevidos, dispuestos a todo. Porque Joxemi no se puede explicar sin Josu, sin Iñaki, sin Jon, sin Mikel, sin Xalbardin, sin Pello, sin... ¡tantos otros! Aquello era contagioso. «Argia», además de una cantera de escritores y periodistas, se convirtió en una factoría de ideas, de proyectos. Los que vivíamos cerca los mirábamos con asombro, con envidia. Este sería el aspecto central: la imaginación, la creatividad. Cuando vi a Marc Legasse o a Alfonso Sastre hablar de la imaginación y su potencial transformador, Joxemi me venía a la cabeza.
Salieron, en tromba, a muchos espacios hasta entonces inexplorados: la informática, la imprenta, la prensa, la editorial... Todo parecía posible.
4) Pero Joxemi no se dejó arrastrar por los sueños. Sus pies seguían en el suelo. Y los análisis de la realidad seguían siendo rigurosos. Se combinaban la osadía y la prudencia. Joxemi fue siempre consciente de las limitaciones de los proyectos. Quizá por ello algunos siguen en pie. Porque aquel grupo, con toda su locura, conocía bien el terreno que pisaba.
5) Y acabo. Joxemi era, también, un seductor. Con su ingenuidad, nos convencía, nos implicaba... ¡en cuantos líos me he metido gracias a él! Por eso escribo estas líneas. Porque Joxemi no es solo un recuerdo. Porque hoy sigo seducido, sigo creyendo en todos aquellos sueños que soñábamos juntos. A otros les dejo el análisis de la importancia de tu figura en la cultura vasca. Para mí Joxemi futuro sigue siendo el amigo «con quien tanto quería».