CRíTICA Ópera
De cantante a músico integral
Mikel CHAMIZO
Si el grado de “divismo” de una cantante se pudiera medir por la longitud de sus tacones, el de Nathalie Stutzmann sería inexistente. Vestida con un pantalón gris y una casaca negra, su sobria imagen sorprendió de entrada a aquellos que se acercaron al Kursaal esperando el tradicional recital lírico de una cantante que, años atrás, se codeó con directores de la talla de Karajan, Ozawa o Rattle. Pero el glamour ha desaparecido y Stutzmann se ha transformado en una músico más preocupada por las partituras que aborda que por lucirse ella misma. O eso es lo que parece vender en un primer momento, porque la realidad es muy diferente. Al ser ella misma la directora de su orquesta –una labor admirable eso de cantar y dirigir al mismo tiempo, sobre todo por la naturalidad con que lo hace- Stutzmann se puede permitir preparar minuciosamente el trabajo de los instrumentistas para que se adapten a los puntos fuertes y débiles de su forma de cantar. Fue muy perceptible, por ejemplo, en cómo la orquesta filtraba el sonido al final de algunas frases de las arias de Vivaldi, de forma que ella se quedaba sola emitiendo un delicadísimo filato, acompañada tan solo de un par de notas del laud. Que Stutzmann haga esto no tiene nada de malo, más bien todo lo contrario: en todas las arias que escuchamos el sábado se dio una correspondencia orgánica maravillosa entre la orquesta y la cantante. Respiraban como un único ente y eso es algo tan inusual como fascinante.
En cuanto a la forma de cantar de Stutzmann, los puristas podrán poner muchísimas objeciones: que oscurece deliberadamente el timbre, perjudicando la dicción; que sus graves no son los de una verdadera contralto; que se vale de trucos como cerrar la boca cuando realiza pianísimos… pero Stutzmann, que a pesar de todo sigue conservando una voz emocionante y especial, es una maestra del fraseo, del mínimo detalle, de cómo construir con pleno sentido un aria desde el principio hasta el final. Lo demostró con las de Vivaldi, pero, sobre todo, con algunas arias de Bach que fueron subyungantes por su intensidad y belleza.