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Crónica | Homenaje a un exministro franquista

El PP reivindica la «herencia» de Fraga con un busto en el Senado

Como si el franquismo ni sus crímenes nunca hubiesen existido. Cargos públicos del PP homenajearon ayer a Manuel Fraga sin renegar ni un ápice de la trayectoria del exministro de Gobernación. Reivindican su legado en el actual sistema y en la construcción de una derecha «huérfana» después de 1975.

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Alberto PRADILLA

«Su gran herencia es el ejemplo de su vida», resumió el portavoz del PP en el Senado español, José Manuel Barreiro. «Fue un ejemplo para todos nosotros», añadió María Dolores de Cospedal, secretaria general en Génova y presidenta de la Junta de Castilla-La Mancha. «Mantuvo sus convicciones y no las abandonó nunca», remató Pío García-Escudero, presidente de la Cámara Alta. La plana mayor del PP se congregó ayer en el Senado para homenajear, en el primer aniversario de su muerte, a Manuel Fraga. Un busto, realizado por el escultor Pablo Lozano y donado por el PP a la institución, dejará constancia de que la doctrina de «Don Manuel», como lo llaman sus discípulos, sigue vigilando el actual sistema político español.

«La mayoría natural»

«Su obra está de total actualidad», afirmaba, para abrir boca, Barreiro. A juicio de los oradores, las dos grandes herencias de Manuel Fraga están en la llamada Transición y la construcción del gran partido de la derecha española. El hilo de continuidad entre una dictadura que nunca renegó de sus crímenes y un siste- ma donde sus víctimas siguen pidiendo justicia. «Nadie mejor que Fraga para representar la España autonómica», argumentaba Alberto Núñez Feijóo, actual presidente de la Xunta. Sus dardos contra el soberanismo, que centraron buena parte de su discurso, trataban de recordar que Fraga simboliza la pervivencia del «una y grande» en ese trayecto iniciado con la muerte de Franco y que impuso la monarquía de Juan Carlos de Borbón.

Las responsabilidades políticas durante el franquismo del difunto presidente del PP quedaron en elipsis mediante la fórmula de la «dedicación a la cosa pública». Al menos, María Dolores de Cospedal sí que enumeró algunos de los cargos que Fraga ostentó durante la dictadura. Eso sí, obviando, precisamente, que el sistema político donde se estrenó Fraga había sido impuesto por un golpe militar en 1936.

Más sutil aún, Pío García-Escudero afirmaba que «creyó en su tiempo y se adaptó a las circunstancias» pero dejando claro que «nunca» abandonó sus convicciones. Una prolongación histórica que quedaría reflejada en Alianza Popular, el partido que aglutinó a lo que Fraga denominaba «mayoría natural» y que, según De Cospedal, se sentía «huérfano» después de cuatro décadas de franquismo.

En las glosas sobre la vida de Fraga nadie hizo referencia a su papel en los sucesos de Montejurra y en las muertes de cinco trabajadores en Gasteiz el 3 de marzo de 1976. Y eso que entre los asistentes al homenaje se encontraba Alfonso Alonso, actual portavoz parlamentario del PP y exalcalde de la localidad. Claro, que había unanimidad entre el búnker arremolinado en torno al busto. Solo el alcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch, y Yolanda Vicente, vicepresidenta segunda del Senado, ambos del PSOE, rompían el azul predominante.

«No pasaba por allí, fue parte activa del franquismo, cómplice de la represión y de las muertes provocadas por la dictadura», declaró el portavoz de ERC, Alfred Bosch. Alberto Unamunzaga, senador de Amaiur, denunciaba que el acto de ayer «evi- dencia el cariz de unas instituciones ajenas y fruto de una transición inacabada». Poco preocupan estas críticas a quienes no reniegan de la trayectoria de Fraga. Desde ayer, el busto del hombre a quien «le cabía el Estado en la cabeza», según García-Escudero, vigilará atento el acceso al Senado.

 

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