Tarantino lleva toda la vida influenciado por el spaghetti-western, así que su mayor sueño era realizar uno, aunque, llegada la hora de la verdad, ha hecho su propia versión del género. Por la ambientación sureña lo ha bautizado como southerner, rasgo diferencial al que hay que sumar que el protagonista sea un esclavo negro liberado, cuando en la saga de Django italiana el personaje nunca estuvo interpretado por un actor afroamericano. De hecho, en el reparto de «Django desencadenado» figura Franco Nero, como reconocimiento al «Django» original que encarnó a las ordenes de Sergio Corbucci en 1966.

El bagaje europeo del reparto se extiende al excelente coprotagónico Christoph Waltz, con el que ya trabajó en su anterior «Malditos bastardos», y que juega el papel genérico en esta ocasión de su particular Klaus Kinski. Y, por supuesto, en la banda sonora no podía faltar la música de Ennio Morricone, si bien el tema central es una composición de Luis Bacalov. Tampoco se olvida de Riz Ortolani e incluye italianadas varias, entre las que suenan el tema de los títulos de la saga «Le llamaban Trinidad». En lo que no se parece nada, pero nada de nada, a los referentes transalpinos «Django desencadenado» es en su duración de dos horas y tres cuartos. Las primeras críticas la consideran exagerada y, tal vez por ello, no la colocan entre lo más selecto de la filmografía tarantiniana. Dicha objeción no impide el reconocimiento de que se trata de una película muy disfrutable, que va a hacer las delicias de los incondicionales del cineasta de Knoxville. De momento, ya se ha llevado el Globo de Oro al Mejor Guión, gracias a la originalidad del planteamiento. Al ser Django un esclavo liberado que encuentra trabajo como cazarecompensas, se convierte en un negro con el raro y justiciero privilegio de poder disparar sobre los blancos.