Raimundo Fitero
Frenazo
La serie «Fenómenos» a la que alabamos en su primera entrega desaparecerá de la parrilla de Antena 3. No van a grabarse más capítulos pero parece que se emitirán los ya realizados. Esta actitud de la cadena, respetuosa pese a poder considerarla un fracaso, tiene que ver con el reconocimiento por una apuesta que tenía los recursos suficientes en cuanto a presupuesto, equipo creativo, reparto y demás, pero que varios errores encadenados, de guión, de tramas, de tono y de duración la fueron relegando del gusto mayoritario de las audiencias adultas. Este abandono siempre es fruto de varios detalles, como día de emisión, competencia horaria y todo un largo etcétera.
Lo cierto es que esta comedia arrancó con muchos bríos, pero es verdad que este tipo de producto televisivo acostumbra a tener una medida que no llega a la hora, y en esta opción los capítulos se iban a la hora y media, lo que es, parece ser, demasiado tiempo para la fidelidad, y claro, si se sabe que no se va a aguantar hasta el final, se opta por otros asuntos que entren dentro del cupo diario de presencia delante del electrodoméstico esencial. Pero si su arranque fue bueno, o al menos prometedor, lo cierto es que las posteriores entregas, pese a todos los cameos introducidos, no logró nunca atraer de la misma forma. Lo que en un principio pareció acertado, se agotó casi de inmediato, se tornó predecible, los personajes no crecían sino que se repetían, las tramas se volvieron más extrañas que sorprendentes y por ello sufrió un frenazo de fidelidad.
Se ha mantenido en un territorio de audiencia tibio, insuficiente y en descenso. No para fulminarla, pero sí, como ha sucedido, para dar por cerrada, de momento, su presencia. Siempre que suceden estas cosas se habla de meterla en el laboratorio, darle una vuelta, acomodarse a lo que ahora parece gustar más en tiempo y temas, y volver. Pero casi nunca sucede. Se ha ido casi sin dejar huella una serie que prometía dentro de la comedia delirante. Estas apuestas medio fallidas nos sitúan ante una realidad poco gratificante: nadie puede arriesgar, por lo tanto, todo va a ser igual o muy parecido. Es decir un aburrimiento de televisión.