Maite SOROA | msoroa@gara.net
Qué bien estaban cuando no estaban
No acaban de asumirlo. Después de años de apartheid y una legislatura con el Parlamento de Gasteiz trampeado, las elecciones de octubre pusieron las cosas en su sitio y a algunas y algunos se les ha caído el chiringuito. El pasado jueves se celebró el primer pleno ordinario de la legislatura, y ya echan de menos los tiempos pasados. «El País» empezaba así su crónica: «el retorno de la izquierda abertzale al Parlamento, junto con el nuevo equilibrio de fuerzas que ello supone, se dejó sentir ayer en el primer pleno ordinario del año, en el que quedó patente que en esta legislatura los consensos que impregnaron buena parte de la anterior serán mucho más complicados». Ya, y si solo hubiera un partido, el consenso sería facilísimo. El diario de Prisa hablaba también de un «renovado nivel de tensión» frente a la, al parecer, placidez anterior.
Para «El Correo», lo que se produjo fue «el día de la marmota versión Parlamento Vasco» que «volvió a transitar ayer por el fango del llamado conflicto vasco», y se lamentaba porque «los grupos fueron incapaces de consensuar una declaración de condena de la violencia». Si es que así no se puede, antes todo era consenso.
En «El Mundo» la sesión de ayer era «la del regreso a la Cámara vasca de la izquierda abertzale y, a tenor de lo ocurrido en este arranque, también la del regreso de los viejos choques entre constitucionalistas e independentistas, que ayer acudie- ron al pleno con carteles a favor de los presos colgados de sus jerséis y chaquetas». Lógicamente, esos choques entre constitucionalistas -de la Constitución española, vamos- e independentistas no eran posibles si la mayoría de los independentistas estaban fuera. Ahora que han vuelto, todo es mal rollo...
Si no, que se lo digan a los de «La Razón», que calificaba el pleno de «abrupto». Pero en el periódico de la derechona lo que llamaba la atención era un artículo de Carlos Urquijo en el que cargaba contra Bildu, contra Sortu, contra los mandatarios guipuzcoanos y contra el senador Iñaki Goioaga, a quien calificaba de «leguleyo». Allá cada cual con sus ideas, pero lo único que demuestra el laudioarra es que de educación y respeto anda escasito. Por cierto, ¿puede un delegado del Gobierno insultar así a instituciones y cargos públicos? Es una pregunta retórica.