Mikel INSAUSTI

Hollywood tiene muchas cosas malas, pero también hay que reconocerle las buenas. La historia de los Óscar está llena de segundas oportunidades, de cómo cineastas que parecían condenados por la industria han sido premiados, dejando a un lado los viejos rencores. David O. Russell cayó en desgracia cuando se difundieron las imágenes de una bronca que le echó en el set de rodaje a la veterana actriz Lily Tomlin, lo que fue más que suficiente para que su fama de realizador conflictivo corriera como la pólvora por los grandes estudios. Todo parece quedar olvidado con las ocho nominaciones para «El lado bueno de las cosas», incluida la de Mejor Director.

La parábola del hijo pródigo se ha cumplido gracias a que el tema de la película es el de la rehabilitación, claro que aplicado a una comedia romántica que juega con la teoría de que el mismo amor que provoca una locura es el que la puede curar, siempre y cuando se dé la condición de que quien la padece logré encontrarse a si mismo durante el proceso, a resultas del cual «un clavo saca otro clavo». El protagonista estuvo a punto de matar al amante de su mujer, evitando la cárcel gracias a un diagnóstico de trastorno bipolar. Tras casi un año internado en un psiquiátrico, a la salida se ve obligado a regresar a casa de sus padres, porque se ha quedado además de sin pareja, sin vivienda y sin trabajo. Pero hay una joven vecina que ha enviudado, y que también sufre rechazo social debido a su inestabilidad emocional. Se supone que es una amiga dispuesta a ayudarle a recuperar a su ex, una vez rehabilitado, pero la inscripción en un concurso de baile les unirá más de lo esperado.

Bradley Cooper y Jennifer Lawrence están geniales en sus caracterizaciones desquiciadas, con un Robert De Niro que vuelve por sus fueros para completar el complejo cuadro psicológico, como el padre que tiene TOC (trastorno obsesivo compulsivo) y una ludopatía enfermiza que trae a todos de cabeza.