CRíTICA: «Proyecto Nim»
El primer biopic de un primate con nombre y apellido
Mikel INSAUSTI
Es posible que James Marsh no sea el documentalista más innovador, pero el inglés es el que hace las muestras más apasionantes y originales del género. El Oscar al Mejor Documental se lo dieron en el 2008 por «Man on Wire», pero se lo podían haber vuelto a dar perfectamente por «Project Nim». Pasará a la historia como el primer biopic de un chimpancé con identidad y nombre propios, al que se le da un tratamiento personalizado, con tal de preservar su maltratada dignidad animal.
Nim Chimpsky vivió algo más de 26 años entre 1.973 y el 2000, tiempo suficiente para pasar por una serie de experiencias nada comunes en la existencia de un primate. El documental reconstruye su trayectoria vital paso a paso, desde su nacimiento a la última etapa, siempre en cautiverio, lejos de su habitat natural. Todas sus circunstancias estuvieron marcadas por su conflictiva relación con los humanos, fruto del experimento que da título al documental.
Fue un proyecto consistente en criar al mono protagonista con una familia humana, para que aprendiera a comunicarse con ellos desde su más tierna infancia a través del lenguaje de signos. El experimento fue un clamoroso fracaso, en el que hubo una única víctima de maltrato animal llamada Nim Chimpsky. La falta de cálculo y de rigor científicos provocaron el cruel aislamiento del mono, ya que después de educarle en una aparente libertad humanoide, cuando creció y salió a relucir su instinto salvaje, se acabó encerrandolo en una jaula, tras un doloroso paso por un laboratorio farmacéutico donde sirvió de cobaya.
El drama se centra en la impotencia de sus cuidadores para dar una solución al problema de Nim, al que le han cogido un cariño que no son capaces de trasladar a un trato justo. En el contexto hippy de los años 70, no falta incluso quien encuentra en el animal un colega con el que fumar marihuana. Pero en general sucede como con el amigo de los osos devorado en «Grizzly Man» de Werner Herzog.