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Txema Mendibil Inspector de Hacienda

Las EPSV ante la crisis: ¿mezquindad o colaboración?

Ya que la sociedad vasca hace un regalo fiscal (pagan menos y más tarde) a los inversores en las EPSV, que por lo menos inviertan parte de los fondos en el tejido industrial de la sociedad que les hace ese regalo. Y no meterlos en deuda pública y fondos de inversión extranjeros

Por primera vez en bastante tiempo, estoy parcialmente de acuerdo con una propuesta de Confebask. Resulta que, agobiada por el estrangulamiento del crédito a las empresas vascas por parte del capital financiero y la Banca, propone establecer un coeficiente obligatorio de inversión del 10% del patrimonio de las Entidades de Previsión Social Voluntarias (EPSV) en préstamos o participaciones en las pymes vascas. Unos 2.000 millones de euros de los cerca de 20.000 millones de patrimonio.

Esos coeficientes o mayores son los que venimos defendiendo gente de izquierda desde el campo de la fiscalidad y la economía. Es lo que defendían los economistas cercanos a Izquierda Socialista cuando se diseñaron planes de pensiones, hasta que Felipe González les paró los pies por presiones de la Banca. Es lo que defienden y practican los sindicatos nórdicos o canadienses. Es lo que defendían los sindicatos vascos cuando se crearon las EPSV.

Y es lo que defiende cualquier persona con una mínima conciencia ecologista o progresista: Ya que la sociedad vasca hace un regalo fiscal (pagan menos impuestos y más tarde) a los inversores de las EPSV, que por lo menos inviertan parte de los fondos en el tejido industrial de la sociedad que les hace ese regalo. Y no meterlos casi exclusivamente en deuda pública extranjera y en esos fondos de inversión sin rostro que son culpables en buena medida de la crisis actual y de aumentar la miseria y la explotación en el planeta, todo por conseguir un punto más de rentabilidad.

Lo gracioso es que, con la llegada de la crisis, las EPSV que más abusaron de esa práctica depredadora son las que peores resultados han obtenido estos últimos años, inferiores a la inflación o incluso negativos, a diferencia de las que ya invierten una parte en pymes vascas.

Porque más de la mitad del volumen de las EPSV de empleo ya cumplen con ese coeficiente. Lo hace Lagun Aro con su vinculación al grupo Mondragón. Lo hacen Geroa y Elkarkidetza, que son conscientes de que su papel incluye trabajar por las generaciones futuras, para que los futuros jubilados no se encuentren con un desierto industrial en Euskadi y una tasa de paro juvenil estratosférica. Y lo hacen varias más, sin que se vea oposición a la medida en la propia Federación de EPSV.

Esta obligación solo afectaría a las de empleo vinculadas a una única gran empresa y a las individuales gestionadas por la Banca. Es triste que el corporativismo de las primeras y las presiones de los bancos para no perder el monopolio del crédito en las segundas les impida renunciar a su egoísmo y contribuir a la lucha contra la crisis provocada por el propio capital financiero.

Por todo lo anterior, y con la que está cayendo, asombran las reticencias de algunos políticos alegando que son los ahorros de los trabajadores. Vamos a ver, teniendo en cuenta el salario medio de los partícipes, su tipo marginal en el IRPF supera el 35% de media. Por tanto, más de la tercera parte es dinero «prestado» por la sociedad vasca para que hagan beneficios y acaben devolviendo al fisco menos de la mitad de ese «préstamo». O sea que hace falta ser mezquino para olvidarse de eso y no querer utilizar al menos la décima parte para el bien común. De hecho, tal como se les ha dicho repetidas veces a las EPSV desde la Hacienda de Gipuzkoa, la única razón ética y económica de mantener la reducción de las aportaciones en el IRPF es que parte (solo parte) del beneficio retorne a la sociedad en forma de inversión. Y se pensaba en un doble coeficiente del 25% en empresas y deuda pública vasca y un subcoeficiente del 10% para pymes. Si ese mínimo no se da, mejor es quitar la reducción por EPSV, lo que las haría desaparecer muy probablemente.

Por cierto, sería ideal extender estos coeficientes obligatorios a todos los instrumentos financieros. Pero no podemos, es competencia de Madrid y, francamente, no veo a Rajoy enfrentándose a la banca internacional. Y, dicho sea de paso, yo cambiaría el marco territorial de Euskadi por el más ecologista de 100 millas (160 kilómetros) para evitar tentaciones sancionadoras de la muy neoliberal Unión Europea.

Un último apunte sobre el papel de los sindicatos. Es sano que desconfíen de la propuesta de Confebask, que se discuta el control de los préstamos, sus características, etc. Pero me produjo rubor ver recientemente a un burócrata sindical ponerse en el lugar del patrón y exigir a las EPSV que no tuviesen escrúpulos, «porque a los trabajadores solo les interesa la rentabilidad, no en qué se invierte». Desde luego, por ese camino de defender exclusivamente los intereses económicos sin preocuparse por cambiar las estructuras económicas, sociales y políticas ya han transitado anteriormente otros. Pero no creo que el sindicalismo peronista y los gobiernos que creó con Perón, Isabelita o Menem sean un espejo en el que deba reflejarse nadie.

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