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MOVIMIENTOS POLÍTICOS EN EUSKAL HERRIA

La fuerza de 27 parlamentarios

Iñaki IRIONDO 

La rueda de prensa del lehendakari tras su encuentro con el presidente del Gobierno español siguió el guión previsible. Pocas consecuencias políticas pueden extraerse de su contenido. De hecho, habría sido el mismo aunque hubieran pasado las tres horas sin hablarse viendo la televisión mientras comían. Demos pues por bueno que Mariano Rajoy e Iñigo Urkullu fueron en su larga conversación mucho más allá de lo que a la salida contaron. La pregunta es: ¿hasta dónde pudieron llegar?

La respuesta no es una cuestión de voluntades -a todo el mundo se le supone la mejor de ellas- sino de necesidades propias, intereses y correlación de fuerzas.

Mariano Rajoy cuenta con mayoría absoluta en las Cortes españolas, lo que en su versión exprés adopta la forma de decreto ley cada vez que le conviene. Pero no solo puede hacer las leyes que quiera, sino que también puede neutralizar las respuestas que idee el Gobierno de Lakua o el Parlamento de Gasteiz, pidiendo su suspensión cautelar al Tribunal Constitucional. Es más, Rajoy, como todos los gobernantes españoles anteriores, también se permite incumplir la ley a conveniencia, como hace con el Estatuto.

En esas condiciones, Rajoy aparece casi como un dios todopoderoso que, en estos momentos, no está interesado en realizar ningún movimiento en el camino de la paz y la normalización política, tampoco en lo concerniente al respeto del autogobierno y que, quizá, pudiera estar algo necesitado de cariño en materia económica.

Frente a semejante muro, ¿con qué armas cuenta el lehendakari? Con poco más que su capacidad personal de seducción, si es que eso cotiza en el mercado político. Con 27 escaños de 75 en su propio parlamento, Urkullu no está para ofrecer, está para pedir.

Si el protocolo obligaba a la visita del presidente autonómico recién elegido a la Moncloa, bien está que Iñigo Urkullu sea educado. Que una charla reposada de tres horas nunca viene mal, también es cierto.

Pero si en adelante el lehendakari quiere hacer algo más en serio ante el Gobierno español, le convendría ganar primero músculo en su país. Buscar acuerdos sólidos y mayoritarios sobre las cuestiones sensibles -incluidas todas las leyes que invaden competencias- y hacerlo no solo en el Parlamento sino también en la sociedad y con los agentes directamente implicados. No presentarse ante Madrid como líder de un partido que gobierna en minoría, sino como el representante de una comunidad que demanda sus derechos en todos los ámbitos y que muestra que está dispuesta a pelear por ellos.

Tiene varias manos tendidas para avanzar en ese terreno, solo hace falta que de verdad quiera estrecharlas.

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