Fermin Munarriz | Periodista
Comando Madrid
Vuelven. Los artistas Jorge Galindo y Santiago Sierra, que en los años ochenta firmaban sus grafitis callejeros como Comando Madrid en la mismísima capital hispana, retornan a la primera línea de la agitación. Lo de volver es un decir, porque nunca se fueron de los espacios turbadores que puede ofrecer el arte. Sus obras han alcanzado proyección y reconocimiento internacional, pero ni lisonjas ni premios -rechazados- han domesticado la vitalidad y la urgencia de sus cuadros, de sus fotografías o de sus performances.
Su mensaje político directo y radical apunta en esta ocasión a los responsables del «gran timo» de la Transición, «dirigida por las élites del franquismo para perpetuarse», como origen del actual desastre económico y social, según sus palabras.
Galindo y Sierra presentan su obra (galería Helga de Alvear) bajo el título «Los encargados», precisamente para apuntar con el dedo las «caras visibles del régimen» y administradores de las «políticas asesinas» del robo, los desahucios y la pobreza.
«Los encargados» consta de pinturas y fotografías, pero su elemento central es un vídeo en blanco y negro de cinco minutos (de fácil acceso en internet). Fue grabado en agosto en la Gran Vía madrileña, a plena luz y de manera sorpresiva. Una procesión de siete lujosos coches oscuros con aspecto de vehículos oficiales portan sobre sus techos unos gigantescos retratos boca abajo con los rostros del rey Borbón y de los sucesivos presidentes del Gobierno español desde la Transición: Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar, Rodríguez Zapatero y Rajoy. Como música de fondo, sobre el suave sonido ambiente, se escucha solemne la «Varsoviana», el himno obrero compuesto por el poeta polaco Swiecicki desde su celda, lo que hace aun más desasosegante (o tal vez reconfortante) la atmósfera del desquite, del ajuste de cuentas. Del desafío. De la revancha a «toda una vida bajo su propaganda».
La propia galería presenta «Los encargados» en su web con un texto como puñetazo en plena frente: «Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es para el pueblo, y para cada porción del pueblo, el más sagrado de sus derechos y el más indispensable de sus deberes». Pero esto no lo dicen los artistas; es un fragmento de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (París, 1793).