Durante toda la jornada de ayer, servicios de emergencias, bomberos, militares y policías seguían investigando entre los escombros las causas de la explosión en la sede de la empresa petrolera Pemex, en México D.F., que provocó al menos 33 muertos.

En la torre B de la sede, donde tuvo lugar la explosión, retiraban enormes bloques de hormigón y barras de metal retorcidas. A un lado se amontonaban sillas, papeles, ordenadores, archivos y otros muebles de oficina. «Hasta ahora tenemos 32 muertos, 12 hombres y 20 mujeres», declaró el director general de la compañía, Emilio Lozoya, que añadió que también había 121 heridos, de ellos 52 hospitalizados y que seguía sin conocerse el origen de la explosión.

«La prioridad es recuperar los cuerpos y atender a las víctimas. No queremos anticipar ninguna conclusión», declaró. Una fuente de Protección Civil apuntó a «una acumulación de gas en un local eléctrico». La explosión se produjo hacia las 16.00. «Fue como un temblor de tierra», relató a AFP una empleada de Pemex, Astrid García Treviño, que acababa de salir de la torre. Entre 200 y 250 personas se encontraban en la zona afectada. La torre B acoge 1.700 empleados, del total de 10.000 que trabajan en el complejo cada día.

En 2012, una violenta explosión mató a 30 personas en una planta petrolera cerca de Reynosa, cerca de la frontera con EEUU. En diciembre de 2010 un oleoducto explotó en San Martin Texmelucan, matando a 29 personas. Y en 2007, 21 empleados fallecieron en una fuga de gas en una plataforma petrolera del Golfo de México.