Si se agota el combustible... ¿qué comemos?
Si un día se agotara el combustible, las carreteras se quedaran desiertas y se bloquearan los puertos y aeropuertos, ¿con qué se quedarían los parisinos, con un sandwich de lechuga?, plantea «Le Monde». Y en nuestro pueblo, ¿ocurriría lo mismo?Maider IANTZI
Hoy por hoy, casi todo lo que comemos viene de fuera, pero los estudios demuestran que hay medios suficientes para que los habitantes de cada lugar se alimenten de su propia tierra, tanto en París como en Usurbil.
Los doce millones de habitantes de la región parisina comen cada año 900.000 toneladas de frutas y verduras, pero solo la sexta parte procede de los campos que rodean la capital. Son datos de un artículo de la revista «Terra Eco» sobre las ciudades sostenibles de 2050, elaborado junto con ADEME y recogido por «Le Monde». En él se explica que el conjunto de las grandes ciudades del mundo tienen este problema.
Según un estudio llevado a cabo por alumnos del Agrocampus del Oeste, en Rennes, sobre la capacidad del territorio que rodea a esta gran ciudad bretona, conformado por 37 municipios, para abastecer a sus habitantes, la metrópolis podría alimentarse de lo que produce su propia tierra si creara una corona de 6,3 kilómetros de ancho a su alrededor y cambiara la manera de producir y consumir. Se debería reducir el desperdicio de alimentos del 30% actual al 20% y disminuir la ingesta de proteínas, entre otras cosas, comiendo la mitad de carne.
En el artículo de «Terra Eco» se explica que lo más difícil podría ser modificar esas costumbres y darse cuenta de que esas elecciones se enmarcan dentro de una reflexión sobre la soberanía alimentaria. Actualmente, el 70% de las provisiones de París viene de la zona noroeste del Hexágono. La cuenca del Sena cubre un poco más de la mitad de las necesidades de la capital y, además, exporta el 80% de sus vegetales. «Lo ideal sería reubicar las provisiones de París utilizando las tierras para la agricultura biológica», se propone en ese estudio.
Una tarea a largo plazo
Jesus Calvillo y Egoitz Garro han elaborado un informe encargado por el grupo de consumo Usurbiltzen para calcular cuánto terreno necesita Usurbil para alimentar a sus 6.093 habitantes y han concluido que labrar de forma adecuada 55 hectáreas sería suficiente. Hoy día, el 95% de los alimentos se traen de fuera, cuando hay tierra de sobra para hacer posible la soberanía alimentaria. «Los problemas no son físicos; la cuestión es querer y organizarse. Y esto es adaptable a cualquier pueblo», sostiene Calvillo, coordinador del plan Gaztenek para jóvenes agricultores en Gipuzkoa.
«Es una tarea a largo plazo y requiere grandes dosis de complicidad. Es la población quien decide el modelo de suministro y alimentación. Y no se trata solo de aprovisionarse, el trueque también es importante. El modelo que tenemos siempre se puede mejorar, aunque el cambio no sea drástico. Pensemos en lo que comemos; seguro que es posible traerlo de más cerca y de forma más barata; es más ecológico, fortalece el tejido social de aquí... va todo unido». El informe es un comienzo para mostrar que es posible. El objetivo es vencer el miedo: «Si queremos un proyecto de soberanía alimentaria, pongámoslo en marcha».
En este trabajo enmarcado dentro del proyecto Auzolan se enlazan, antes que nada, la soberanía alimentaria y la agroecología: «La producción y los consumidores deben estar lo más cerca posible, tanto físicamente, para reducir la huella ecológica y lograr la sostenibilidad, como ideológicamente, para que cada uno pueda decidir y gestionar su alimentación».
Quieren que los números y datos presentados en el informe ayuden en ese camino, porque para indagar en las posibilidades de cada pueblo de producir sus alimentos es muy importante saber de antemano cuáles son sus necesidades. Se han centrado en las verduras con la intención de debatir sobre su consumo, abastecimiento y producción, y caminar hacia la autosuficiencia.
Los cálculos realizados se pueden explicar de una manera muy sencilla: se han propuesto unas cantidades de verduras para cubrir las necesidades de la población y, después, se han comparado con los frutos de las huertas de este municipio guipuzcoano. Partiendo de estos datos, han calculado la superficie que necesitaría una producción determinada. Para completar este planteamiento, han tenido en cuenta las costumbres de la gente. Por ejemplo, según una encuesta de Osakidetza de 2007, en la CAV el 30% de las personas mayores de 16 años comen verdura diariamente y el 39%, tres veces o más a la semana; en los dos grupos, a medida que sube la edad aumenta el consumo. El consumo de carne también es alto: el 12% de la población come carne todos los días y la mitad lo hace tres veces o más a la semana; en este caso, a medida que se hace mayor, la gente tiende a consumir menos. Como el estudio del Agrocampus bretón, el informe de Usurbil concluye que nos acercamos a la sostenibilidad cuando reducimos de nuestra dieta las proteínas animales, sobre todo porque para producirlas se necesita más energía y terrenos más amplios.
Entre los problemas que acarrea traer los alimentos de fuera, Calvillo destaca el transporte y la dependencia, y pone como contrapunto la experiencia que se está llevando a cabo en muchos pueblos con las cestas de los grupos de consumo. Explica que en estas experiencias se estrecha la relación entre el consumidor y el productor. El consumidor come los productos locales y de temporada, además de ayudar al agricultor a trabajar de manera digna y mantener en buenas condiciones la tierra. Charlan, salen de la especulación y la dependencia, y mejoran la salud. «Traer la comida de fuera es cómodo, pero pierdes capacidad de decisión y echas a perder lo local», subraya.
Aclara que la soberanía alimentaria no es sinónimo de volver a trabajar con el arado -«tenemos tecnología punta para una agricultura limpia»- ni de imposición -«ni se impondrá ni se hará al 100%»-.
Como siguiente paso al informe, en Usurbil se llevó a cabo ayer un encuentro para debatir sobre la alimentación: «¿Qué podríamos hacer para que los productos de Usurbil se vendan en los comercios locales? ¿Qué podríamos empezar a producir para poder traer menos cosas de fuera? ¿Podríamos crear así nuevas oportunidades de empleo para los jóvenes?...». Organizada por Usurbiltzen con la colaboración del Ayuntamiento, fue una jornada abierta a la que estaban invitados baserritarras, personas mayores, jóvenes, compradores, vendedores, investigadores, pensadores, creadores, madres y padres... Una forma de animar a la gente a interesarse en los temas que le parecen importantes, para vivir lo mejor posible y de manera más consciente.