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Análisis | conflicto kurdo

¿El «killer» perfecto?

La autora indaga en los paralelismos entre el joven conductor Ömer Güney, detenido por la muerte de las tres activistas kurdas, y los casos del agente de la RUC que en 1992 protagonizó un tiroteo mortal en la sede de Sinn Féin en Belfast y el asesino del periodista armenio Dink.

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Orsola CASASGRANDE Periodista

Allen Moore era un agente de la RUC (Royal Ulster Constabulary, la Policía del Norte de Irlanda). Tenía 24 años cuando, en la mañana del 4 de febrero de 1992, entró en la oficina de Sinn Féin en Falls Road (el «corazón» republicano de Belfast) y mató a Patrick Loughran y Pat McBride, ambos miembros de Sinn Féin, y al joven Michael O'Dwyer. Constable Moore los mató con una escopeta que luego utilizó para suicidarse.

Después del tiroteo, Moore fue capaz de alejarse de la escena del crimen sin ser detenido en los checkpoints. Quien conozca un poco Belfast y Falls Road en aquella época sabrá que era imposible entrar o salir desapercibido y seguramente de la oficina republicana: había checkpoints cada pocos kilómetros y videocámaras por todas partes. Sin embargo, ese día ninguna de las cámaras funcionó y ni siquiera había patrullas británicas a la vista.

Así, Constable Moore fue capaz de conducir hasta la orilla del lago Neagh y matarse. Un «pedazo de inútil», como se dice en Belfast, alguien que tenía algunos problemas. Y a los ojos de sus colegas en la RUC, Moore definitivamente tenía problemas.

La noche anterior había sido detenido por la policía de Comber, una tranquila ciudad del Contado de Down, después de disparar sobre la tumba de otro agente de la RUC. Un sargento de la policía dijo que más tarde, esa misma noche, Constable Moore había llamado a su casa en estado de embriaguez, agitado y revuelto. La tumba donde fue encontrado Constable Moore mientras disparaba era la de un compañero, el agente Norman Spratt, que había muerto en un accidente doméstico.

Años después una investigación destacó que la RUC había sido «negligente» por no dar valor a lo que Constable Moore había dicho que haría. Al parecer, había llamado por teléfono a un colega diciendo que iba a disparar a sospechosos republicanos.

Esta larga historia sirve para llegar al sospechoso, detenido por la Policía francesa en relación con el asesinato de Sakine Cansiz, Fidan Dogan y Leyla Saylemez en París. El joven Ömer Güney empezó a involucrarse en una asociación kurda en Villiers-le-Bel, cerca de donde vivía, a finales de de 2011, según los registros de la asociación.

El presidente de FEYKA (Federación de Asociaciones Kurdas en Francia) Mehmet Güney Ülker dijo que Ömer Güney comenzó a visitar la asociación a menudo después de ese tiempo, participando en las actividades y entrando en contacto con la gente. «Nos enteramos de que hablaba bien francés, por lo que ayudó a muchos amigos en el círculo kurdo cuando tenían un problema con el idioma. Sin embargo, él no había asumido ninguna función oficial, no era más que un miembro, al igual que muchos otros amigos turcos y franceses que simplemente pueden unirse a nuestra asociación, que es democrática y abierta y no exige ninguna condición para ser miembro».

Según Ülker, cuando se le preguntó de dónde era, Güney dijo que era kurdo por parte de padre y turco por parte de madre. Sin embargo, este dato podría no resultar verdadero, ya que parece que el origen kurdo del padre no esta confirmado.

Zekai Güney, tío del sospechoso, señaló que su familia no tiene lazos ni simpatía por el PKK.

Ömer Güney era servicial y logró la confianza de la gente. A Fidan Dogan, por lo tanto, no le costó llamarle el día del asesinato y pedirle que acompañara a Sakine Cansiz a la Oficina de Información del Kurdistán.

Después de dejar a Sakine Cansiz en la Oficina no está claro lo que pasó. El fiscal francés no ha sido de mucha ayuda al señalar que la investigación está lejos de terminar y que hay que aclarar el papel de Ömer Güney, si tuviera uno, en los hechos.

Su perfil, sin embargo, es interesante y en muchos aspectos recuerda a lo de Constable Allen. Jóvenes hombres problemáticos, con muchos «secretos». Los más fáciles de manipular, de convencer de que son los «elegidos». Jugar con sus debilidades mostrándoles una salida. La necesidad de un «gran acto» para demostrar que existen.

Todo son especulaciones, puesto que sigue siendo inocente hasta que se demuestre su culpabilidad. Pero hay otro patrón de comparación, el del autor del asesinato del periodista armenio Hrant Dink en enero de 2007: Ogün Samast tenía entonces 17 años. De nuevo, otra vida agitada; de Samast se dice que tenía simpatías «ultra-nacionalistas». Sin embargo, en enero de 2012, el Alto Tribunal Penal de Estambul dictaminó que no había «ninguna organización» detrás del asesinato de Dink. Es típico en este tipo de crímenes. El killer se conoce, quién lo ordenó permanece en la oscuridad. En efecto, como en el caso de Hrant Dink o el de Sinn Féin, el asesino es el único responsable de los asesinatos.

La insistencia del gobierno turco para indicar una disputa interna dentro del PKK como la única línea de investigación resulta aún más preocupante cuando se analizan algunas declaraciones de algunas de las figuras prominentes del AKP. Su vicepresidente, el diputado Mehmet Ali Sahin, advirtió directamente a Berlín. «Me temo que Alemania podría enfrentarse a incidentes similares en los próximos días». Lo que lleva a la pregunta: ¿Sabe algo?

El ministro de Exteriores,Ahmet Davutoglu, insistía en la tesis de desavenencias en el seno del PKK antes de que el fiscal ofreciera datos sobre el casodo la dirección inicial. Era la línea marcada desde el inicio por el Gobierno turco, y que los franceses han seguido a pies juntillas. ¿El resultado? Tenemos a un «sospechoso» en la cárcel. Y se pierde un tiempo precioso en cuanto a la principal línea de investigación: ¿quién ordenó el asesinato de Sakine Cansiz, Fidan Dogan y Leyla Saylemez?

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