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Tigres para valientes en la 42 edición del Festival de cine Rotterdam

Hoy se clausuran 10 días de cine arriesgado y alternativo llegado de todos los lugares del mundo. Cine realizado en los márgenes, con espíritu transgresor, ese que coquetea con la experimentación y que trata de encontrar nuevos caminos para la expresión audiovisual. El cine resiste gracias a experiencias como el IFFR. .

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Iratxe FRESNEDA

Historias distintas, esas que rara vez aparecen retratadas en la gran pantalla por el cine más convencional, pero que resultan atractivas e interesantes. Alocadas y malditas, algunas no pasan de ser intentos valientes y otras superan expectativas. El jurado del IFFR de esta edición que, entre otras personalidades, estaba formado por el asturiano José Luis Cienfuegos (actual director del festival de cine de Sevilla) y el artista chino Ai Weiwei ha realizado una selección que supongo no ha generado demasiadas sobresaltos. Este año los tres ganadores de los Hivos Tiger Awards han sido «Mi dog killer» de Mira Fornay, un potente estudio del día a día de un adolescente en una pequeña ciudad eslovaca y que, a ojos del jurado, es una película de profunda mirada. La austriaca «Soldier Jane» de Daniel Hoesl, otra de las galardonadas, es un retrato provocador de dos mujeres en el que Hoesl muestra un poder visual y un imaginario más que interesante. Y por último el tercer Hivos Award ha sido para la iraní «Fat Shaker» de Mohammad Shirvani, una fascinante historia poblada de soberbios personajes que sorprendía por su peculiaridad.

Entre las cintas de los nuevos talentos además destacamos largometrajes como «It Felt Like Love» la ópera prima de la estadounidense Eliza Hittman recientemente presentada en el Festival de Sundance. La película retrata con sutileza, de un modo elegante y verista la intimidad de una adolescente de 14 años que vive en Brooklyn con su padre y que comienza a descubrir su interés con el sexo y los chicos. Reminiscencias a Larry Clark pero menos explícita en sus imágenes en nada tiene que ver con otro largometraje interesante a caballo entre la comedia y el cine negro (al estilo Guy Ritchie): la holandesa «The Resurrection of a Bastard» de Guido van Driel. Historietista  de origen, Van Driel logra con una puesta en escena audaz narrar las andanzas de un gángster sin escrupulos y extremadamente violento. Visualmente muy potente, y con un inicio extraordinario los excesos de la cinta acaban por perderse en un guión sin salida.

Riesgo y audacia

«Halley» el  primer largometraje Sebastián Hofmann ha sido otra de las sorpresas del festival. Personajes solitarios, excéntricos retratan un Mexico subterráneo pero cotidiano a la vez, en el que el cuerpo es la metáfora de una sociedad en proceso de putrefacción. Impactante y visualmente preciosa, «Halley» nos habla de un  vigilante nocturno al que su cuerpo se le muere. Atrevida y grotesca por momentos, con un sonido fascinante, «Halley» es un trabajo interesante que espero sea el camino hacia nuevos proyectos. La turca Pelin Esmer, que debutaba hace unos años en el Zinemaldia con «Oyun» reaparecía en Rotterdam con «Watchtower», un melodrama  intenso y conmovedor que habla del encuentro de dos seres solitarios.

Hasta hoy la 42 edición del International Film Festival Rotterdam (IFFR). El festival europeo más importante del cine independiente, el escaparate para la muestra de las tendencias más valientes y arriesgadas centrado principalmente en lo experimental y que este año, y como en años anteriores, nos mostraba historias de desolación, desvíos de lo cotidiano, personajes al margen y crisis de identidad. Como en todo festival dedicado sobre todo a las producciones más experimentales e independientes, en la sección a competición abundaban las historias extremas, sórdidas a veces, tristes y vitales en ocasiones y con el tema de la crisis del capitalismo y la angustia existencial marcando los derroteros de las historias.

Rutger Wolfson es el director del IFFR y siguiendo con el espíritu y la deriva de este festival audaz presentaba con entusiasmo los nuevos premios dedicados a la distribución de los mejores films. Una acción esencial para  facilitar que esas películas puedan ser descubiertas por un público más amplio y no quedar así relegadas a espacios habitados por un público más, digamos, iniciado. El ambiente cinematográfico ha vestído Rotterdam de día y de noche. Incluso actos inesperados daban muestra del espíritu contestatario y rebelde de  la ciudad. En esta ocasión el objetivo fue la película del bilbaíno Pablo Berger que tuvo que ver como activistas holandeses protestaban contra su película «Blancanieves» y le acusaban de maltrato animal durante el rodaje. Las palabras de Stephen Dowskin, cineasta fallecido recientemente, embrujan el ambiente, lo llenaban de eso que llamamos la esencia del cine: «Estamos rodeados de eventos absurdos y contradictorios en el hogar y en la calle. ¡Absurdos! Hay que encontrarlos. Observarlos». Fallecido el año pasado, sus comentarios resultan estimulantes, también su búsqueda, su forma de hacer cine. Todo ello retratado en un documental en el que  se abren las puertas del espacio donde el crea, de su hogar. «No sé si soy avant-garde o experimental. Me gustan las convenciones. Me las planteo al filmar. Solo entiendo que todo debe replantearse. Cada toma que hago debe ir hasta sus límites e incluso más allá de la imagen». Nociones y lecciones de cine desde su silla de ruedas, desde donde continuaba creando como Bertolucci. El autor de «Novecento» recibía de manos de Wim Wenders el reconocimiento a una carrera y se mostraba afable y contento ante un público que le rendía pleitesía. En Rotterdam el espíritu decadente de Bertolucci convivía  con el último largometraje de Manoel de Oliveira, «Gebo e a sombra». Y con la última cinta de Jonnnie To «Durg War» en la que el coreano da una lección ejemplar de lo que es hacer cine. Oliveira, Erice, Miike o Costa mezclándose con las nuevas visiones, y siendo parte de la vanguardia que está por llegar en Rotterdam.

Rotterdam, Mirando al futuro y Fomentando nuevos talentos

Además de la exhibición de películas, el festival de Rotterdam se implica directamente en el impulso y apoyo a los cineastas del futuro. No solo nos los descubre en su sección oficial a concurso sino que además es una plataforma donde diversos organismos y entidades aúnan esfuerzos para fomentar las ayudas a la creación y la tutorización  de aquellos cineastas que comienzan su periplo cinematográfico. Entre otras ayudas el ARTE International Prize (7.000 eu.) este año contribuirá a que el griego Yorgos Lanthimos siga adelante con “The Lobster” una producción de Element Pictures (Irlanda/UK/Grecia). El WorldView New Genres Fund Development Award (5.000 eu.): este año será uno de los soportes para la arriesgada “Zama” de Lucrecia Martel, coproducción entre Lita Stantic Producciones y El Deseo. Lucrecia Martel, autora de la brillante película “La ciénaga” acudirá con su nuevo proyecto al Co-Production Market de la Berlinale para tratar de completar así la financiación de su nuevo proyecto y poder comenzar su rodaje en 2014.  I.F.

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