CRíTICA: «El cuarteto»
No sólo en el rock se dan las reuniones tardías de grupos
Mikel INSAUSTI
Los actores y actrices que siguen trabajando a una edad avanzada conocen muy bien la variante genérica coral dentro de lo que es el drama otoñal, porque todos los integrantes del reparto principal de «El cuarteto» han participado antes en retratos colectivos de la vejez . En concreto, el escocés Billy Connolly intervino en la película musical «Siempre locos», donde se satirizaba la reunión tardía de un viejo grupo de rock duro que conoció el éxito en los 70 para luego caer en el olvido. El esquema argumental de «El cuarteto» es muy similar, sólo que trasladado al mundo de la música clásica, y dentro de ella al del bel canto.
También coincide en parte con uno de los más recientes trabajos de Maggie Smith, ya que si «El exótico Hotel Marigold» transcurría en un hotelito de la India reconvertido en residencia para turistas ingleses jubilados, «El cuarteto» tiene como única localización un hogar para músicos retirados. La idea proviene de una obra teatral de Ronald Harwood, que el propio autor se ha encargado de adaptar para la pantalla. Fue el director de fotografía John De Borman quien puso en contacto al dramaturgo con Dustin Hoffman, que buscaba un material adecuado para debutar tras las cámaras con ya 75 años cumplidos.
El reciente Premio Donostia establece así un paralelismo entre su profesión cinematográfica y la musical, en lo que tienen de artísticas y de contacto con el público. Dicen que un actor muere sobre el escenario, algo que sucede igual con los cantantes, que son los más cercanos al exhibicionismo actoral. La llegada de una orgullosa diva de la ópera revivirá las viejas pasiones y celos que la llevaron a separarse de sus antiguos compañeros de cuarteto, reunidos de nuevo para conmemorar en la gala anual de la institución geriátrica el aniversario de Verdi. Para destacar la función estelar de las sopranos y tenores se recurre a grandes intérpetes de la escena y el cine británicos, a los que se les permite la licencia de no tener que cantar. Los secundarios y figurantes, en cambio, son verdaderos músicos que ya no están en activo.