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CRíTICA: «Terrados»

Los lunes, los martes, los miércoles, los jueves... al sol

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Mikel INSAUSTI

Por fin se estrena en Euskal Herria, aunque solamente sea en una única sala, este proyecto alternativo que, poco a poco, ha conseguido irse dando a conocer. El impulso definitivo vino tras el Premio del Público en la sección Punto de Encuentro de la Seminci del 2011, y también ha ayudado a su difusión la cesión desinteresada por parte de Macaco de los derechos de su canción «Con la mano levantá» para la banda sonora.

Tengo entendido que Demian Sabini tuvo que pedir un credito personal de ochomil euros para poder realizar su primer largometraje, que finalmente costó docemil euros. No es una nota más de los detalles de producción, porque el problema de finananciación forma parte de la esencia misma de la película. Sabini había hecho un par de cortos, pero su pequeña productora no recibía encargos, así que se la tuvo que jugar arriesgándolo todo: lo que tenía y lo que no tenía.

Las circunstancias económicas del difícil parto de «Terrados» marcaron también su propia temática, que no era otra que la de la crisis que ya empezaba a intuirse, pero para la que todavía no existían respuestas en la calle, a falta de poder medir sus consecuencias inmediatas. Hay que tener en cuenta que se rodó en el verano del 2010, cuando nadie imaginaba el surgimiento posterior del Movimiento del 15-M. Por eso resulta tan interesante verla ahora, y encima habiendo tan pocos precedentes de cine social en el Estado español sobre el paro, apenas «Los lunes al sol» de Fernando León de Aranoa.

«Terrados» presenta un muy reconocible retrato generacional del treintañero de hoy en día, con todo el cúmulo de contradicciones que le ha tocado vivir. Son jóvenes que han tenido una educación regalada, sin obstáculos a la hora de estudiar una carrera. Sin embargo, la sensación de la mayoría es que ha sido engordar para morir, porque nadie les advirtió de que su preparación académica nos les iba a valer de nada, y de que se fueran olvidando de emanciparse. Así las cosas, los vemos ociosos en la Barcelona de las azoteas tomándose una cervecita.

 

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