Raimundo Fitero
El nivel
Está claro que el nivel de crispación, aturdimiento e inundación por palabras soltadas a borbotones sin otro objetivo que crear cortinas de ruido y barreras de mentiras y conceptos irreconocibles está llegando a su máximos. Es difícil sustraerse a lo que nos enseñan en los noticiarios, con tantas acusaciones, recusaciones, declaraciones teñidas de insufribles excusas impresentables. Hay un desbarajuste que nos mantiene en alerta. Pero la sensación de desgobierno, de falta de rumbo, de desastre inminente hace que los asuntos cotidianos se vayan quedando en una sombra descolorida.
Por mirar desde otra esquina, son las mujeres con cargo en el partido y el Gobierno del PP las que más aparecen, pese a que sean algunos varones, los que estén más en el eje de la tormenta. Lo de Ana Mato empieza a ser un culebrón. Es un paradigma de la desnaturalización del concepto de machismo que hacen desde la caverna para defenderla, con ese mantra de que la mujer no tiene por qué saber lo que hace su marido con el dinero que gana. Todo parece que la han convertido en la pieza de intercambio. O esas apariciones casi de oposición de Esperanza Aguirre, que es la única que parece ser la alternativa real a lo que está sucediendo. A ella se enfrenta Dolores de Cospedal, un personaje cargado de rémoras, mantillas y tozudez neoliberal asfixiante. Mientras Ana Botella da bocanadas en su charca del desastre en el Madrid Arena.
Pero como todo es empeorable, apareció la segunda en el escalafón del ministerio de Cristóbal Montoro, ese de la risa floja, y en una comparecencia pública se soltó un rollo sobre la amnistía fiscal y la posibilidad de que imputados puedan beneficiarse de la misma que al terminar, sin darse cuenta de que estaban abiertos los micrófonos soltó una frase realmente sentida: «No sé ni lo que he dicho». Exactamente. Ella, Beatriz Viana, lo reconoce, pero lo que notamos la ciudadanía atenta es que los cargos públicos, funcionarios de partido, tertulianos del pesebre, fans y otros paniaguados, no saben lo que dicen. Que se contradicen de tal manera porque están desbordados por sus propias mentiras. Su nivel de credibilidad y de rigor es cero.