Raimundo Fitero
Ociosa
Nos permitimos una carnavalesca divagación ociosa sobre el valor de televisión como herramienta social. Hemos despotricado tanto contra el electrodoméstico esencial y sus contenidos que es difícil hacer un acto de contrición y darle algún valor positivo. Pero el empecinamiento de los apocalípticos a tiempo parcial ha sido definitivamente superado por la constancia de los integrados indefinidos y entregados a la causa sin condicionamientos. Las estadísticas lo reflejan de manera contumaz, y la amplitud de canales al abasto de casi cualquier integrante de una familia que habite delante de un televisor solamente ha ayudado a fraccionar las audiencias, pero crece el número de horas diarias que consume cada individuo delante del mismo y crece el número de ciudadanos que reciben la información casi exclusivamente por televisión.
Por lo tanto, perdida la batalla principal, la cuestión se plantea si es posible en nuestro ámbito geográfico de influencia, Euskal Herria, y los estados español y francés, una televisión que se convierta, por sus contenidos y sus formas, en la creadora de una conciencia nueva, en la transmisora de unos ideales contrarios a los que forman actualmente el núcleo duro del sistema. ¿Sería viable un canal que propusiera otros valores económicos, sociales o políticos? No digo si sería necesario, que sí, o posible, que depende, si no que pregunto si tendría una viabilidad objetiva, tanto de soporte económico y de mantenimiento en el tiempo con unas audiencias cómplices que ayuden a soportar un modelo productivo y empresarial de formato pequeño o mediano.
Incapaz de dar una contestación, me relamo ante la situación de La Sexta, dentro del amparo estructural de Antena 3, del grupo Planeta, que está alcanzado unas cuotas de audiencia inusitadas colocándose precisamente en un campo de crítica al PP. En términos macros, parece que les está saliendo rentable, pero ahora viene la otra parte: ¿lo consentirá la derecha extrema española inspiradora de todo el grupo? ¿Se puede estar con una vela a dios y otra al diablo por mucho tiempo? Ya se escuchan tambores lejanos que piden ahogar este poco de aire fresco, o al menos, menos corrupto.