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Fede de los Ríos

Pequeños empleos, enormes canallas

A mí me ocurre como al jefe de la patronal: me dejan el código penal y la capacidad para cumplirlo y la situación actual la transformo en menos de una semana

Mientras los servidores del Capital, socialistos y peperos, andan a la greña acusándose de batir el ranking en cuanto a la corrupción se refiere, utilizando la tan manida falacia del argumento tu quoque (tú también) que ya crispara la paciencia de Aristóteles, el nuevo jefe de una vieja Patronal rompió a hablar. El anterior, su amigo Díaz Ferrán, está en la cárcel porque su insaciabilidad por el rápido beneficio le hizo saltarse unas leyes puestas a su favor. Joan Rosell i Lastortras, así se llama el nuevo presidente de la CEOE, gusta de la provocación y, así, un día llama parásitos a los que trabajan en la función pública, otro día, vagos y defraudadores a los que no consiguen un empleo. Es el estilo falangista, tan español y castizo, para sentirse importante y olvidar los fracasos.

Ya en 1980 sintió la llamada de dirigir y encauzar los destinos de sus congéneres, para lo cual, junto con algún que otro viejo falangista jefe del SEU (Sindicato Español Universitario), como Juan Echevarría Puig, fundó Solidaritat Catalana. «La nueva y eficaz derecha de Catalunya», rezaban sus carteles, «Sal a la calle y vota para que todo salga a derechas», era el leitmotiv de su campaña. Gustó tanto a Don Manuel Fraga Iribarne que AP (Alianza Popular) no presentó candidatura en Catalunya y pidió el voto para la nueva y eficaz derecha. No quiso la Santísima Trinidad que los travestidos admiradores de José Antonio vieran su esfuerzo recompensado con escaño alguno. Una pena.

Lo de seis millones de parados es mentira, dice. Ni siquiera cuatro millones novecientos mil. «La gente se apunta al paro a ver si saca algo», afirma el del pelo engominado hacia atrás. Hay que ver cómo se parecen los criminales. «Si a mí me dejas la legislación laboral, te cambio la situación en una semana», declaró ante los periodistas el pasado viernes, para a continuación propugnar, con carácter general, un contrato único para todos los trabajadores, y para los jóvenes en particular, miniempleos con sueldos por debajo de convenio. Minijobs lo llaman. «Intentemos que la gente trabaje dos horas, tres horas o cuatro horas durante tres días», mejor eso que nada.

A mí me ocurre como al jefe de la patronal: me dejan el código penal y la capacidad para cumplirlo y la situación actual la transformo en menos de una semana. Encarcelamos a los sinvergüenzas, requisándoles lo robado y lo evadido; recuperamos los bienes de la Iglesia conseguidos a base de males e invertimos lo obtenido en obra pública necesaria y créditos para autónomos y cooperativas; dejamos que sean los bancos los que paguen sus deudas por las políticas especulativas. El Borbón, la Sofía y los obispos al asilo, el príncipe, las infantas y los curas, a vendimiar.

El dinero para las televisiones se invierte en educación e investigación. Los beneficios obtenidos en infraestructuras públicas innecesarias y fraudulentas se requisan para cobertura social de las personas más necesitadas y dependientes y, como decía mi abuela, aquí paz y después gloria.

¿Ves qué sencillo? Sin acritud ni minijobs, querido Joan.

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