La corrupción es necesaria
Comprendo que sorprenda la tajante afirmación contenida en el título, y sobre todo que sea rechazada. Pero es cierta, tanto para la economía mercantil precapitalista como para la capitalista. Todo depende de dos aclaraciones previas: qué entendemos por necesidad y qué criterio ético utilizamos. Lo necesario es lo imprescindible para que un proceso siga desarrollándose. Cuando el mercado fue imponiéndose al trueque y a la reciprocidad, la corrupción apareció como el medio más rápido de enriquecimiento. Hace casi 4.000 años Hammurabi dictó duras represiones contra los corruptos. Tales de Mileto, siglos VII y VI a. C., era corrupto porque abusaba de sus conocimientos para enriquecerse con la ignorancia popular. En la Grecia clásica se condenaba a quienes se vendían al tentador «oro persa». Catón el Viejo y Séneca denunciaron la corrupción romana. Múltiples herejes fueron quemados por luchar contra la podredumbre y la simonía vaticana. Sin embargo, en las sociedades precapitalistas el fraude, la corrupción, el nepotismo no eran vistos como «delitos económicos», sino como negaciones de la virtud aristotélica y como pecados judeocristianos.
La doble moral burguesa mantendrá esta visión, pero integrada a modo de parte secundaria dentro de la ética del máximo beneficio individual en el menor tiempo posible, expresada en la frase «el tiempo es oro» de B. Franklin. Un ejemplo de la efectividad de la doble moral lo tenemos en las relaciones entre la mafia y la economía italiana, y en general en las relaciones entre el narcocapitalismo y la financierización, sin entrar en detalles sobre los más de 300 políticos españoles investigados por corrupción, o ese 25% de diputados brasileños también investigados o ese 30% de policías corruptos de Acapulco, y un inagotable etcétera. En los capitalismos que no tienen la base cultural occidental, su axiología grecorromana y judeocristiana, el japonés por ejemplo, es la lógica mercantil la que legitima el control represivo de la corrupción estructural centralizada en la Yakuza. De igual modo, en las sociedades que fracasaron en su tránsito al socialismo y en las que juega un papel importante la corrupción, es la ideología mercantilista e individualista rediviva, nunca erradicada por la pervivencia de la ley del valor-trabajo en esas transiciones derrotadas, la que ahora vuelve a justificar el renacimiento de la nueva burguesía. De cualquier modo, no tenemos espacio para analizar ahora esta crucial experiencia histórica, tremendamente rica en lecciones.
Para comprender por qué el capitalismo necesita la corrupción, aunque la persiga en algunas de sus formas, debemos utilizar conceptos como valor, ley del valor, valor de cambio, precio, fetichismo de la mercancía y otros que nos permitan saber por qué el capitalismo es la «economía del tiempo» por excelencia y por qué esta teoría supera con creces al saber empírico encerrado en la frase cierta de que «el tiempo es oro». Marx nos ofrece en «El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte» una descripción brillante sobre cómo interactúan corrupción, dinero, política y ética; lo mismo que en las páginas de «El Capital» dedicadas a la acumulación originaria y al creciente papel del capital-dinero, realiza un estudio brillante del papel de la corrupción, del crimen y de las finanzas en la expansión burguesa. Simmel, Sombart, Weber y otros ideólogos empequeñecen frente a la teoría que explica por qué es necesaria la corrupción. A finales de 2011, A. Guerrero escribió sobre las relaciones entre crisis capitalista y narcotráfico: «En cierto sentido, una parte de la historia del capitalismo es la historia de la lucha de los capitalistas por vulnerar los principios de la ley del valor. Es decir, por separar el precio de las mercancías del costo que tiene producirlas. El narcotráfico y el tráfico ilegal de armas logran vulnerar ampliamente ese principio. El precio de la droga puede perder su vínculo con su valor precisamente por la ilegalidad, que es así el centro neurálgico del negocio».
También a finales de 2011 se descubrió que habían «desaparecido» 30.000 millones de dólares de «ayuda» a Irak y Afganistán, «ayuda» legitimada y oficialmente supervisada por la ONU. Barklays Bank ganó 9.124 millones de euros entre 2005 y 2009, recibiendo una multa de 340 millones por sus prácticas ilegales, lo que suponía el 4,93% de sus ganancias. Con razón, J. Torres Rojas afirma que «A las grandes empresas les interesa delinquir». El Banco de Santander está siendo investigado en Italia por su posible conexión con las prácticas ilegales del banco Monte dei Paschi, el más antiguo del mundo. La multa que EEUU pondrá a Standard & Poor's, acusada de ser la detonante de la crisis financiera en 2007 por haber vendido plomo como si fuera oro, será infinitamente más pequeña que las sobreganancias obtenidas. En julio de 2012 se supo que veinte grandes entidades apuntadas al selecto Libor de la City londinense están siendo investigadas por sus prácticas ilegales. Ahora se ha multado con solo 450 millones de euros al banco RBS por manipular el Libor, pero lo más significativo es que el RBS está controlado en más de un 80% por el Estado británico. ¿Entonces, quién es el responsable? ¿Y qué decir de la Banca Vaticana, acusada de blanquear dinero por la Fiscalía italiana, y/o de las sospechas sobre el poderoso y «limpio» Deutsche Bank? El billete de 500 euros también tiene como función favorecer a la UE en la pugna con EEUU por el control de la cada vez más importante economía criminal y sumergida, que en 2012 representaba más del 30% del PIB mundial. Con razón A. Gavin cita el prestigioso diario «The Guardian» cuando asegura que los grandes bancos son «la rama de servicios financieros de los cárteles de la droga».
Necesidad, posibilidad, casualidad, libertad son categorías filosóficas necesarias, y nunca mejor dicho, para que el pensamiento científico-crítico descubra por qué se ha hecho estallar el «escándalo Bárcenas» ahora y no antes, y sobre todo por qué es decisivo el movimiento popular Kontuz no sólo para limpiar Euskal Herria de tanta hediondez material y moral, sino también para avanzar en la superación práctica de la lógica mercantil, de su fetichismo. Tal tarea requiere como mínimo de la elucidación del peso determinante de la opresión nacional en la existencia del capitalismo vasco necesariamente corrupto, con ese 17% de economía sumergida en la CAV, según algunos estudios, mientras que la media estatal es el 24% según Funcas, y de la elaboración de una especie de programa mínimo y máximo que prefigure la economía socialista del estado independiente vasco. Por ejemplo, el control fiscal: Alemania gasta cinco veces más en la lucha contra el fraude fiscal que el Estado español, en el que el 80% de sus inspectores se dedican a la pequeña empresa. Esta es una política decisiva porque se calcula que Italia pierde 60.000 millones de euros anuales por la corrupción, siendo formalmente independiente.
El pueblo trabajador vasco ha de controlar tan eficazmente a la burguesía autóctona como para impedir que ocurra lo que denuncia nada menos que el diario «Abc» del 3 de agosto de 2012, que tras afirmar que el 85% de la sanidad se pagaría con la evasión fiscal conocida, añadía: «Los fraudes en las altas esferas, ya no son fraudes, sino operaciones de ingeniería financiera (...) Muchos empresarios juegan con las facturas como si fueran cromos»; también debe impedir que PNV y UPN sigan la estela del PP, obstinado en rebajar los requisitos de honorabilidad, experiencia y buen gobierno de la banca para que expresidiarios puedan dirigir un banco: meter los tiburones en la piscina. El capital no juega con cromos, sino con pueblos oprimidos, clases explotadas, mujeres machacadas, infancia hambrienta y tercera edad exprimida hasta la muerte. Rebajar al ser humano a la categoría de cromo es un ejemplo gélido pero real de fetichismo corruptor: para el capital Euskal Herria es una factura.