Cuando un novelista, poeta o dramaturgo se pone ante la página en blanco, una de las primeras decisiones a tomar es: qué callar, qué no contar, qué silenciar. Algunos poetas definen la poesía como un dar vueltas en torno a algo, un centro, que no tocas, porque si lo haces, lo matas. En muchísimas ocasiones en el arte tiene más peso aquello que no dices, que no muestras, que aquello que sí. El silencio, dicen, es elocuente; sí, el silencio habla, incluso revela, pero también oculta y miente y traiciona. El silencio está hecho de palabras que no se han llegado a decir; pero lo opuesto a silencio no es palabra, sino palabrería, no sonido sino ruido. Es evidente que vivimos bajo el imperio de la palabrería y del ruido. Dice el escritor Pablo D´Ors que cuando permanecemos en silencio y quietud lo primero que descubrimos es que no nos gustamos; y añade que el silencio es la puerta de acceso a un nuevo modo de vida, a una existencia más plena y consciente, bálsamo contra el desasosiego de esta carrera sin meta que es nuestra vida en la noria sin fin del sistema capitalista. El silencio purifica y libera la mirada y nos permite hacernos cargo de la realidad. «Biografía del silencio» es el librito en el que D´Ors, a través del silencio, defiende la razón poética de una realidad entendida como misterio, frente a la razón y la técnica que sustentan nuestra cultura, esto es, la ilusión de que comprendemos la realidad y de que la dominamos. Junto a las 100 pequeñas páginas de este librito tengo las 550 del monumental «La información del silencio», de Alex Grijelmo, una ambiciosa exploración de lo que significa el silencio en la vida de los seres humanos, en el arte, las ciencias, la literatura, el periodismo...«El silencio se constituye en el centro geométrico de toda actividad intelectual y creativa», afirma.