Amparo LASHERAS Periodista
Para Kitxu, una satisfacción sustitutoria
Una vez más, el Tribunal Supremo ha decidido aplicar la doctrina Parot a otro preso político vasco, el tercero en lo que va de mes, entre los 94 a los que el Gobierno español desea condenar a cadena perpetua, con una ley que hasta los tribunales internacionales consideran un atentado a los Derechos Humanos. Iñaki Gonzalo, Kitxu, tendría que abandonar la cárcel el 4 de mayo, ahora, no se sabe, y la interrogación de ese no saber se añade como un desasosiego más a la tortura intangible y permanente que es la cárcel, esté en Euskal Herria, Valladolid o Sevilla.
Coincidí con Kitxu trabajando en Egin Irratia, antes de su detención, ocurrida una noche de octubre de 1994. Han transcurrido casi dos décadas, un tiempo en el que los rostros se difuminan y las voces se pierden y queda el nombre porque no se quiere ni se puede olvidar. En estos años, ha escrito seis libros y con ellos ha escapado del corto espacio de las celdas en las que ha vivido, para crear hilos de complicidad con quien ha sentido que sus palabras decían mucho. Una complicidad que tiene que ver con la muda relación que se establece entre lector y escritor cuando éste, además de escribir, cuenta lo que su pensamiento convierte en sentimiento hasta llegar a la realidad de una historia que es de otro y podría ser de todos. «El niño de Maguey», «Cómo no quererte Alba!» o «La barca de Amin» entran en ese capítulo de connivencia que aparece cuando el nombre de Kitxu es noticia. Freud decía que el arte es una «satisfacción sustitutoria», por eso, al hablar de Kitxu hablo de sus libros, para que no se me enerve el talante político al ver que pasan los años y las y los presos políticos vascos aún existen como rehenes.