CRíTICA: «Gangster Squad»
Lo poco que queda del cine negro angelino
Mikel Insausti
La historia del gangsterismo y del cine van intimamente ligadas desde que John Dillinger fuera acribillado a balazos cuando salía de ver en 1.934 «El enemigo público número uno». El estreno de «Gangster Squad» también ha estado salpicado de sangre, debido a que su trailer tuvo que ser retirado de las salas, cuando en una de ellas se produjo el verano pasado una matanza indiscriminada. La Warner prefirió no estrenar la película en las fechas previstas de septiembre, dejándo su distribución para el momento en que nos encontramos. Además, tuvo que ser eliminada la escena en que aparecían unos gángsters disparando a través de una pantalla de proyección. El suceso no ha servido de publicidad gratuita, porque hoy en día la memoria colectiva es muy frágil y depende de la inmediatez de los noticieros.
Suscribo letra por letra las afirmaciones de mis colegas de profesión que ya señalaban en las primeras críticas aparecidas de «Gangster Squad», que se trata simple y llanamente de una versión de «Los intocables de Eliot Ness» para las nuevas generaciones. A dicha conclusión añadiría que formalmente la veo más cerca del cómic que de la novela negra, por lo que las caricaturas de los personajes y las situaciones son como las de «Sin City». La propia Emma Stone ha declarado que su personaje de femme fatale es un cruce entre el dibujo de Jessica Rabbit y Lauren Bacall, aunque podría ser perfectamente solo lo primero.
Esto no quiere decir que no contenga referencias al cine clásico, que las hay, pero de un modo muy estereotipado. Por ejemplo, todo el proceso de reclutamiento de los miembros que han de componer la brigada de O'Mara es un resumen o síntesis acelerada del que Robert Aldrich instauró en «Doce del patíbulo». La acción prima tanto, que no hay tiempo para definir el perfil de unos personajes interpretados con una premura epidérmica. Sean Penn tiene que tirar de su repertorio más histriónico para poner un rostro desfigurado al capo Mickey Cohen, del que Harvey Keitel hizo un retrato más preciso en «Bugsy».