La imagen de la comparecencia pública de los agentes del campo educativo vasco ayer en Bilbo da una idea del rechazo que ha provocado la LOMCE, más conocida como «reforma Wert». Asociaciones de los ámbitos tanto público como concertado, laicas y religiosas, proyectos dedicados al campo pedagógico o en defensa de los derechos de los vascoparlantes, asociaciones de padres y madres, alumnos, profesionales de la educación, sindicatos... Esa cantidad y esa diversidad de agentes son una buena muestra del rechazo a la «amenaza» de la LOMCE y de la preocupación por las consecuencias que la aplicación de esa reforma acarrearía en la educación vasca. Los agentes educativos suscribieron un manifiesto en el que aseguran que los objetivos de esa reforma no se adaptan a la realidad vasca. Ciertamente, y por mencionar la razón más evidente, el hecho de que trate el euskara como una lengua de segundo nivel, y en modo alguno garantice su conocimiento no solo contradice una ley vigente, sino que sobre todo, como señalaron ayer los agentes, da la espalda a una realidad que pide cambios justamente en sentido contrario. De momento, la reforma Wert ha logrado el amplio consenso de una comunidad educativa que apuesta por un currículum propio. Un consenso al que esperan se sumen -deberían hacerlo- las fuerzas políticas del país.