Maite SOROA | msoroa@gara.net
Lo que no interesa no no es noticia
La declaración de ETA hecha el pasado lunes en París por varios militantes de esa organización en París, ante el tribunal que les juzgaba, tuvo diversas reacciones. Cualquier periodista mínimamente serio sabe de la importancia de la misma. Pero esa especie no abunda en la caverna, y los mismos que ofrecen páginas y análisis a la quema de un contenedor, obviaban esa importancia y se limitaban a poco más que hacerse eco de la reacción del Gobierno español.
Tampoco faltó quien, al parecer, se confundió de juicio, como «Libertad Digital», que titulaba «`Txeroki' proclama en nombre de ETA su `orgullo' por los atentados».
También la «La Razón» se confundía, pero de epígrafe, pues se supone que `El caso Nóos/ Nuevas comparecencias' no se correspondía con la información de la página, titulada «ETA vuelve a condicionar el desarme a una negociación». Una negociación precisamente para abordar el desarme. Comenzaba su información afirmando que la declaración fue «un auténtico jarro de agua fría para los que auguraban desde distintos sectores políticos un `gesto' de ETA hacia el desarme incondicional». Claro, porque no han hecho lo que ciertos medios (y dirigentes políticos) habían anunciado. Pero tampoco vamos a pedir peras al olmo, menos aun sabiendo que diga lo que diga ETA, haga lo que haga, nunca va a ser «suficiente».
En «El Mundo», Ángeles Escribá hacía un análisis en el que decía que ETA «maquilla su intransigencia con una disculpa ofensiva para presionar al Gobierno a días del congreso de Sortu, aunque está advertida de que el tiempo corre en su contra». Un análisis coincidente con el del Gobierno español. También aseguraba: «lo cierto es que la dirección de ETA se ha encastillado en su intransigencia para desesperación de la izquierda abertzale y de los verificadores internacionales a quienes los representantes de la banda han ninguneado en sus últimos encuentros en Oslo». Servidora no sabe del grado de desesperación de la izquierda abertzale ni el de las y los verificadores internacionales, pero si alguien continua encastillado, es el Gobierno español, que precisamente busca la desesperación de la gran mayoría de este país que quiere soluciones justas y racionales.