Carlos GIL Analista cultural
No y no
No es fácil empezar una frase con este monosílabo y acabarla transmitiendo un mensaje positivo. No está la situación general como para establecer líneas de desarrollo de proyectos culturales que acaben teniendo valor estructural. No hay muchas posibilidades de convencer a las fuerzas políticas para que apuesten sin prevenciones por una expansión de lo cultural como la mejor inversión de futuro. No pueden entender que lo cultural es tan importante como lo económico. No se puede comparar el valor de uso con el valor de cambio. No hay nada más integrador que la cultura, porque alimenta a los individuos desde una visión colectiva de lo que se imagina puede ser un mundo ideal en que quepamos todos.
No se puede seguir escribiendo mucho más empezando siempre con un no. No porque sea difícil, sino porque resulta negativo para el alma atormentada que intenta una rebelión de salón. No quiero decir que dos negaciones sean una afirmación, sino que tres negaciones son un manifiesto. No me explico porque estoy enredado en el no, cuando lo que quiero es gritar un improperio positivo. No me preguntes más por la hora. No sé qué día es. No quiero verla. No escucho mi voz de la conciencia porque está afónica. No llames de madrugada a las musas.
No hay que dejar ni un momento de reclamar lo obvio. No hay que tener dudas sobre la necesidad de implementar todos los programas culturales desde los más pequeños hasta los más grandes, pero siempre con mesura y equilibrio. No hay que cejar en la búsqueda de la complicidad activa de la ciudadanía para que lo cultural sea algo asequible y reclamado por todos como síntoma inequívoco de bienestar y de futuro. No. Y no.