Federico García y Ayoub El Bachiri Ongi Etorri y SOS Racismo Araba
¿Hasta dónde vamos a llegar?
Vayamos pensando en la necesidad de aplicar terapias sociales que obliguen, por la fuerza ya que por el diálogo es imposible, a que el sistema bancario y político dominante retroceda de inmediato
Almessara... Se intenta quemar a lo bonzo directamente en el banco, por al parecer, deudas insuperables. ¿Ya van...? Los ya apellidados suicidios hipotecarios, más el nuevo intento de revelarse ante el poder económico, intentando quemar el único bien inembargable, como forma definitiva de saldar una deuda de manera objetiva y definitiva. En la ya lejana década de los 60 y 70, como consecuencia de la violentísima guerra en Vietnam, las noticias cotidianas eran sobre el número de monjes que se autoinmolaban con fuego de manera irreversible. En la vía pública, en las calles de las ciudades vietnamitas llevaban a cabo semejante opción sin más trámite y justificación que no querer aceptar la presencia militar abrumadora del Imperio. La guerra en Vietnam terminó en abril de 1975 a la carrera y sin mirar hacia atrás de los invasores.
Es espeluznante que una ciudadana intente hacer lo mismo en las puertas de su opresor-bancario de guardia, que, como en la tabla del Galeón medieval, se empuja a los tiburones de manera fulminante, fuera el interesado pirata o no.
Vayamos pensando en la necesidad de aplicar terapias sociales, que obliguen, por la fuerza ya que por el diálogo es imposible, a que el sistema bancario y político dominante retroceda de inmediato. Un suicidio hipotecario más, un intento de inmolarse antorcha en mano más debería ser suficiente, para que los llamados representantes políticos del momento bajen a mojarse en una realidad social que les va a superar, quieran o no quieran, ahora o más tarde, sin duda alguna.
El Parlamento de trajes negros clonados y mentes bien pagadas por la ciudadanía, mira hacia otra parte. Mira hacia el pozo sin fondo de la pleitesía bancaria, que recibe sus frutos en forma de cadáveres, uno tras otro... sin límite conocido ni previsible.
¿Habría que desahuciar las cámaras parlamentarias de inmediato? Razones hay a mansalva, en forma de cadáveres en los tanatorios de cercanías. Parece que estas «Sus Señorías» viven en otro planeta, viven un una Arcadia virtual, absolutamente alejada de puertas hacia fuera del edificio-contenedor de la voluntad popular reversible. Habrá que desahuciar de sus escaños a esas marionetas temporales que cobran a espuertas del erario común sin pestañear lo más mínimo, sin mover un músculo de la cara. Esta tremenda situación no va con ellos. Nunca la ciudadanía ha estado tan alejada de los que votamos cada cuatro años. Sería más barato y menos dañino que se quedaran en casa, con permiso retribuido de carácter temporal, hasta el plazo de caducidad del mandato asignado por la voluntad y el voto ciudadano.
Unas cámaras vacías de parlamentarios y gobiernos temporales, siempre refractarios a las necesidades sociales más elementales: vivienda, educación, cultura, sanidad, etc... no son, en estas circunstancias, nada más que una rémora que obstruye de momento las expectativas de la ciudadanía. Es mejor, sin duda, que se queden en casa, que no estorben, que no sancionen y legitimen con leyes abusivas la arquitectura dominante en los frentes abiertos como heridas abiertas de muy difícil reparación -Banca-, despidos directos apellidados ERE, por unas perrillas de las de aluminio y zinc de los años 50. No hay tregua para las mayorías sociales. Aun así, siempre cabe el ir pensando en hacer frente de modo abierto a esa violencia unilateral y perversa, que nos aplican sin permiso alguno, y creen con la legitimidad de 10 u 11 millones de votos. Hay que levantar, no solo la voz, sino también la cara de la dignidad social domesticada mediante el trágala del crecimiento económico, y también el consumismo masivo injustificado, como instrumento necesario para reactivar la dignidad social perdida.