Ainara Lertxundi Kazetaria
Cartagena de Indias, cine y conflicto
Son tantas sus vertientes y ángulos de visión, que en un mismo día se podrían rodar más de una película sobre el conflicto social, político y armado en Colombia. Precisamente, esta semana en el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias se han exhibido dos trabajos de signo bien diferente sobre episodios recientes que han convulsionado a los colombianos.
Uno de ellos la controvertida cinta «Operación E», basada en el testimonio del campesino José Crisanto Gómez, a quien las FARC entregaron el hijo de Clara Rojas, nacido durante el cautiverio de esta. Rojas libró una intensa batalla en los tribunales para impedir su emisión en Colombia alegando el derecho a la intimidad de su hijo, menor de edad. Sus alegatos traspasaron el ámbito judicial, generando un profundo debate sobre los límites de la libertad de expresión y de la censura.
El segundo, «Retratos de familia», se adentra en las ejecuciones extrajudiciales a manos del Ejército de cientos de jóvenes, a quienes hicieron pasar como guerrilleros muertos en combate para así obtener ascensos militares o la recompensa económica prometida por sus superiores a cambio de matar al mayor número de guerrilleros posible. Esta macabra actuación quedó al descubierto en 2008, durante el Gobierno de Álvaro Uribe. La Fiscalía ha recibido más de 3.000 denuncias.
El documental de la directora Alexandra Cardona recoge los testimonios de muchas de esas madres que salieron a buscar la verdad y que, por ese motivo, fueron doblemente victimizadas. «Se llevaron a nuestros hijos, los indocumentaron y los asesinaron por las grandes prebendas que el Gobierno le da a los militares», subraya Luz Marina, cuyo hijo fue presentado como líder de una organización al margen de la ley pese a tener una discapacidad mental. Su máxima exigencia es «la no repetición» de hechos similares. Una petición que el mundo del cine y la sociedad en su conjunto deberían hacer suya para proteger la oportunidad de paz que brindan los diálogos de La Habana e instaurar una nueva cultura política que sustituya al lenguaje «guerrerista» instaurado en muchos sectores.