La cuestión kurda -y el genocidio del pueblo armenio- son para Turquía un tabú que no puede encararse mediante la política. Parapetado en el argumento de que «todo es PKK», despliega una estrategia «antiterrorista» en toda su intensidad. Demanda a los kurdos que abandonen la violencia y, a su vez, encarcela a activistas kurdos pacíficos. Alcaldes, periodistas, abogados... comprometidos con los derechos políticos y culturales del pueblo kurdo son detenidos por millares -8.000 en los últimos 4 años-, mientras la práctica de la guerra sucia no conoce descanso, como se vio recientemente con la muerte a tiros de tres destacadas activistas kurdas en París.

A pesar de las amenazas de la embajada de Turquía y de las insinuaciones sobre el futuro de las inversiones económicas vascas en aquel país, el Parlamento de Gasteiz ha decidido dar luz verde a la iniciativa de EH Bildu de solidaridad con Kurdistán y de denuncia de las muertes de París. En base a la «soberanía legislativa y la independencia del Parlamento», continuará su tramitación ordinaria. Es una buena noticia que no pasará desapercibida para Turquía. Y, sobre todo, para el pueblo de Kurdistán.