Toni Cantó, del que dicen que es actor aunque servidora solo recuerda haberle visto en una serie de televisión hace bastante tiempo, dijo hace unos días que la mayoría de las denuncias por violencia machista son falsas, y aunque parezca mentira hay quien osa sacarle la cara. Por supuesto, en los medios de extremo centro. En «La Razón» ayer no llegaban a tanto, y afeaban al de UPyD el «opinar en las redes sociales con frivolidad y sin datos fiables», pero luego le daban parte de razón al decir que con su actitud «arruina un debate que merece la pena plantear, como es el de las denuncias falsas de maltrato que nunca se llegan a tramitar judicialmente». Vamos, que a Cantó le fallaron las formas pero no el fondo. Precisamente, en «El Mundo» titulaban así: «Cantó erró en los datos pero no en el fondo», y denunciaban la «demagogica campaña contra el diputado». Servidora al leer la palabra demagogia en el diario de Pedro J. casi se cae de la silla. A su juicio, Cantó, que «está sufriendo un linchamiento social injusto», «tiene razón al señalar (...) que la Ley de Violencia de Género vulnera el principio de igualdad jurídica e introduce un discriminatorio derecho penal de autor al sancionar con un mayor castigo el mismo delito si es cometido por hombres. Cantó ha puesto el dedo en la llaga, aunque moleste a quien se aferra a lo políticamente correcto». No, Cantó ha echado sal en una herida por la que sangran cada día miles de mujeres. Y esta gente le aplaude. No tienen vergüenza.

Y qué decir de Carmelo Jordá, quien en «Libertaddigital» escribía lo siguiente: «el actor se atreve a tratar temas y a decir cosas que muy pocos osan tratar y decir. Además de eso, se está revelando como un orador eficaz y, las cosas como son, el físico también lo acompaña, debe de ser que no es mujer y, encima, rubia». Y añadía: «él ha sido el único capaz de llamar la atención sobre algo que es una realidad que sólo se puede negar con sobredosis de sectarismo: lo injusta que es la Ley de Violencia de Género, creada sobre la premisa moral de que todas las mujeres son buenas y todos los hombres malvados». Ni todas las mujeres son buenas ni todos los hombres malvados, pero algunos hombres, periodistas sobre todo, si no lo son, es que les falta un hervor.