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Un modelo en el que los alumnos no estén ni quietos ni callados

Los impulsores de Ortzadar no comparten el sistema educativo convencional, el que se imparte en los colegios, por lo que han puesto en marcha una iniciativa, surgida en el valle de Etxauri, que busca impulsar un modelo que fomente la participación de los alumnos y que supere la lógica marcada por los currículos.
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Martxelo DÍAZ

Dos de los primeros objetivos que se buscan en el sistema educativo oficial es que los niños estén quietos y que estén callados. En silencio y quietos. Luego, cuando esos niños crecen, nos convertimos en adultos y nos extrañamos de que, como sociedad, sigamos quietos y callados, que no tengamos capacidad de responder ante las injusticias que nos rodean y que vivimos como pueblo», afirman Xabier Zubialde e Izaskun Robledo, impulsores de Ortzadar

Subrayan que «un maestro dictando clases en una pizarra en pleno siglo XXI no tiene sentido» y rechazan que «el segundo objetivo sea seguir un desarrollo curricular y que no se persigan como objetivos fundamentales el desarrollo integral del ser humano como parte de una sociedad, que luego a su vez ha de ser crítica y creativa».

Parten del hecho de que todas las personas son diferentes, con distintos gustos, con ganas de hacer cosas diferentes, con intereses diversos. «Sin embargo, el sistema educativo trata a los niños como si fueran exactamente iguales, porque el objetivo es homogeneizar», puntualizan, al tiempo que comentan que el modelo educativo actual nació en Prusia a principios del siglo XIX «con el objetivo de frenar las revoluciones sociales que estaban surgiendo; por eso se fomentaba la disciplina: querían un pueblo dócil, obediente».

«Se dice que creemos en la paz, pero educamos en el individualismo, en el materialismo, en definitiva en el capitalismo. Y si hay algo violento, eso es el capitalismo. La autoridad dice lo que se tiene que enseñar y de qué forma, las personas acabamos convirtiéndonos en números y estadísticas», añaden.

En cuanto a su propuesta, la entroncan con un modelo alternativo en la defensa de la soberanía. «En Euskal Herria hablamos de soberanía política desde hace mucho tiempo; últimamente empezamos a oír hablar de soberanía alimentaria, ahora también de soberanía energética. ¿Y en educación? ¿Cómo y cuándo nos vamos a plantear una soberanía en el sistema educativo para potenciar otro modelo social diferente al actual?», se preguntan.

Frente al modelo vigente en los colegios, abogan por otro en el que «la escuela debiera ser un espacio de crecimiento personal en vez de un lugar de adiestramiento para ser `buenos ciudadanos', tal y como el capitalismo neoliberal que vivimos entiende que debemos ser». La experiencia de Ortzadar en Etxauri -existen otras con planteamientos similares en Sakana, Iruñerria y en otras puntos de Euskal Herria- se califica a sí misma como Escuela Libre Euskaldun y basa su planteamiento en una orientación pedagógica diferente, un entorno rural y el euskara. Recibe a niños de entre tres y seis años, un periodo en el que la escolarización reglada no es obligatoria.

Experimentar para buscar el potencial

«Pensamos que hay que ofrecer a los niños el material, acompañamiento y entorno adecuados para que puedan tener experiencias ricas y así poder desarrollar su potencial. Defendemos que el respeto a los procesos de vida de cada individuo y que el aprendizaje auténtico nacen de las experiencias vitales concretas, y para ello apoyamos su curiosidad e interés dotando al espacio de material. Creemos que el material ha de estar disponible para la libre exploración y manipulación de los niños, sintiéndose en libertad de hacer lo que realmente les interesa dentro de un marco de convivencia», explican.

Junto a ello, abogan por un modelo en el que «el aprendizaje es un proceso individual con características propias y que no puede guiarse desde fuera. Es un proceso de dentro a afuera, un diálogo entre el interior y el exterior. Aprendemos por interés o necesidad, cuando de da uno de los dos, el aprendizaje es conectado, en lugar de ser una mera memorización. Por tanto, creemos en el derecho a decidir cuándo aprender». En este sentido, rechazan un modelo basado en la memorización de datos para un examen que se olvidan nada más acabarlo.

Señalan que «cada persona es fuente de inspiración de otras y todos tenemos grandes cosas que aprender, independientemente de la edad, origen, cultura o sexo. El proceso de aprendizaje es inherente al ser humano y nos acompaña en cada momento de la vida».

«Podemos aprender a respetarnos y tratarnos con amor; el aprendizaje se articula a través de la convivencia, de las interacciones entre las personas. La construcción de relaciones humanas plenas es a la vez el medio y el fin de la educación. Nos basamos en la combinación entre libertad y límites libertad para guiar el aprendizaje, y límites que faciliten la convivencia y ofrezcan seguridad. Hay una necesidad de que los límites sean respetuosos, claros y constantes, que mantengan el ambiente relajado para que cada uno pueda desarrollar sin interferencias su potencial», explican los miembros de Ortzadar, que también rechazan el sistema de calificaciones y del premio-castigo, frente al que defienden la experimentación, el ensayo/error sin juicio, como manera de avanzar en el proceso de aprendizaje mediante el acompañamiento que facilite procesos de desarrollo.

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