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PENSAMIENTO CRÍTICO CONTEMPORÁNEO

Escucha, amigo...

Maite UBIRIA Periodista

Somos nosotros quienes derribamos los barrotes de las prisiones para nuestros hermanos...». Así reza una de las estrofas del «Canto de los Partisanos». El himno data de 1943, y su invocación a la rabia, a la sangre, a la dinamita y a las balas encendió las gargantas de los hombres y mujeres justos, de cuantos lucharon como Stéphane Hessel contra el nazismo.

Son palabras de una subversión absoluta, palabras que por su crudeza resultarán incómodas a muchos. En particular a quienes, a diferencia de Hessel, han preferido conjugar una versión incompleta de su humanismo, para ponerse al abrigo de los compromisos más incómodos.

Sin embargo, por respeto a ese hombre de formas delicadas y mirada inconmensurable, quiero reivindicar hoy su batalla con todas las letras, sin acomodar a beneficio propio su pensamiento. Sin ocultar que secundar ese camino implica ser crítico con los errores propios.

No es posible indignarse con Hessel y menos todavía responder a su invitación para resistir sin asumir la tarea de «derribar los barrotes», los externos, pero también los que se agazapan en nuestras mentes y nos provocan dificultades evidentes para abrir caminos nuevos.

Redactor de la Carta Universal de los Derechos Humanos, Hessel mantuvo un respeto estricto a la letra de esa magna constitución. En toda su dimensión. Sin sumarse a las voces que pretenden imponer falsas escalas. Los derechos humanos, como los entendía Hessel, cobijan a las personas y a los pueblos. Amparan al individuo y al colectivo.

La dignidad humana fue el combate vital de Hessel. Por ella combatió con las armas que mejor conjugaban con cada momento histórico. Por ella sostuvo el fusil en el hombro del partisano, por ella disparó con la fuerza magnífica de la palabra. ¿Alguien duda de que su combate fue siempre justo?

Indignémonos. Resistamos. Rebelémonos. Y, a ser posible, respetemos el legado de personas como Hessel en toda su dimensión. Con sus luces y sombras. Con nuestras sombras y luces.

Indignémonos. Resistamos. Rebelémonos. Y, a ser posible, sin prestarnos a la hipocresía de diseccionar sus compromisos. Sin caer en la holgazanería intelectual que implica saludar su papel de mentor del movimiento 15-M y acallar su denuncia expresa de la persecución política, mediante el uso torticero de la euroorden, de una militante independentista vasca, Aurore Martin.

Cercano, a su manera, al Partido Socialista -avaló en las primarias a la izquierdista Martine Aubry-, no dudó en firmar una carta abierta a François Hollande, presidente del país que le acogió, para pedirle que dejara de poner obstáculos al proceso abierto en Euskal Herria.

Se ha ido Hessel. Y con él (también) Euskal Herria ha perdido un amigo. No. Rectifico. Ha perdido un observador comprometido, un compañero de viaje exigente, un valedor crítico.

Escuche, amigo Hessel... con su despedida se nos ha puesto muy complicado callar ante la injusticia pero también hablar empleando palabras que no tienen en cuenta a quien necesita escuchar de nuestra boca que el respeto a la dignidad de las personas y los pueblos fue, es y será nuestro objetivo. Pero sobre todo, tras su discreta huída, señor Hessel, hoy nos resulta simplemente imposible renunciar al combate por la paz.

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