Raimundo Fitero
¿Qué pasa?
La renuncia por motivos personales de Mikel Agirre a la dirección del ente de la radio y la televisión vasca nos devuelve a la casilla de salida. No podemos analizar esas motivaciones si no son explicadas. La que parecía una elección de consenso, con un perfil más profesional y de menos dependencia de Sabin Etxea, se ha quedado, de momento, frustrada. No especulemos demasiado, pero asumir los planes ocultos del Gobierno vasco respecto a los presupuestos y los objetivos, no va a ser fácil sino es desde un convencimiento partidista casi orgánico. Además, una grave circunstancia personal de uno de los más importantes miembros del equipo de Agirre, ha podido pesar, también, en la decisión de abandonar.
La cuestión estriba en que si se vuelve a la casilla de salida, ¿se va a recorrer el mismo camino de pacto con un partido, que debe tener otras compensaciones en otros puestos de posterior nombramiento y, de paso, una imposibilidad de levantar las alfombras para ver la gestión de los últimos cuatro años del equipo encabezado por Surio? ¿Qué pasa no hay más alternativas? En las declaraciones de los responsables políticos del PNV se nota un cierta urgencia, mientras que los del PSE, aparentan estar más relajados, pero lo cierto es este gobierno de Urkullu va lento en la toma de decisiones y EITB debe dotarse de sus órganos de gestión cuanto antes mejor, porque desde ahí se emprenderán todos los ajustes de plantilla, reorganización de las responsabilidades, y eso conlleva meses de desorientación. No se vislumbra la más mínima intención de rectificar, que busquen unos apoyos más amplios con otras fuerzas parlamentarias. Les vale con esta simulación de un desequilibrado bipartidismo para gestionar un elemento que de ser fundamental, se ha convertido en algo instrumental, de una incidencia más relativa que cuando se inauguró y en los años de expansión. Parece olvidada su misión de difundir el euskara. Ahora hay que redimensionar el ente, buscar su nicho de audiencia y definir sus objetivos como servicio público. Se da por sentado que se emitirá la doctrina partidista adecuada al porcentaje de representación que cada uno aporta al consenso.