Quien pretenda encontrar una muestra construida sobre iconos y firmas famosas saldrá decepcionado de la exposición «L´Art en guerre. Francia, 1938-1947: de Picasso a Dubuffet» que desde hoy y hasta el 8 de setiembre puede visitarse en el museo Guggenheim-Bilbao. Organizada por el propio museo bilbaíno y el Musée d' Art moderne de la Ville de Paris y Paris-Musées, esta muestra -compuesta por más de 500 obras (pinturas, esculturas, fotografías, cuadernos, carteles y películas) realizadas por más de un centenar de autores- es una reflexión sobre la respuesta estética que el mundo del arte dio a la guerra y al fascismo en una década fundamental para la historia de Europa y del arte.

En palabras de Jacqueline Munck, conservadora jefe del Musée d' Art moderne de la Ville de Paris y una de las dos comisarias de la exposición, esta aborda el tema del arte y la guerra desde una triple perspectiva histórica, artística y humana, tratamiento que, hasta la fecha, no habían dado a exposición alguna. «La gran lección que hemos aprendido con esta exposición -añadió- es que la guerra y la ausencia de libertad no privan a los humanos de su creatividad».

Los artistas resistieron «haciendo la guerra a la guerra, activando nuevas formas de crear y utilizando nuevos materiales», señaló Munck, a la vez que ponía como ejemplo «La cabeza de toro» de Pablo Picasso realizada con un sillín y un manillar de bicicleta.

De París a Bilbo

La exposición tiene su origen en la programación del museo parisino que tiene a los diferentes períodos artísticos como eje o excusa cronológica para la organización de estas exhibiciones de arte.

Aunque esta del Guggenheim bilbaino es básicamente la que pudo ver el público de París, renueva aquella en base al nuevo espacio que la alberga y a la inclusión de una serie de novedades. Entre estas se encuentran los lienzos de Kandinsky y «La nariz» de Giacometti, llegados desde el Guggenheim de Nueva York; cuadernos y dibujos de brigadistas internacionales recluídos en el campo de concentración de Gurs y fotos tomadas por Robert Capa en la Guerra Civil, antesala de la II Guerra Mundial.

«Si esta exposición se hubiera hecho hace 30 años, cuando correspondía, nos hubiésemos quedado con la punta del iceberg, con los movimientos oficiales. Hubiese resultado deprimente. Hoy hemos entrado en el trasfondo de la historia, en ese resistir a la situación, de hacer la guerra a la guerra. Hemos entrado en un aspecto antropológico: el del papel del arte en las situaciones más extremas», dijo Laurence Bertrand Dorléac, historiadora del arte y también comisaria de la exposición.

Para Dorléac, a pesar de recorrer unos años trágicos, la exposición «es optimista, ya que muestra estos gritos de esperanza».

Recorrido histórico

«L´Art en guerre» se estructura en diez salas que van desde la «rotonda de la historia», donde se informa del régimen fascista y antisemita dirigido por el mariscal Pétain, el régimen de Vichy, a la Liberación, pasando por el aviso que dieron los surrealistas («los mejor situados intelectualmente para comprender qué se avecinaba», según Munck), los campos de concentración, los exilios y refugios o los campos de exterminio nazi y la galería de Jeanne Bucher, una galería para los resistentes.

Varios de los artistas representados en la exposición murieron en los campos nazis. Charlotte Salomon (1917-1943) fue asesinada en una cámara de gas de Auschwitz. Suya son una serie de obras, gouaches sobre papel, estremecedoras que constituyen, en expresión de Dorléac, la «novela negra de su vida».

Sorprendentes son otros creadores desconocidos para el gran público y sus obras. Entre otras, la «denuncia expresada por inocentes medios» del alsaciano Joseph Steib o las piezas del joven Wols (seudónimo utilizado por Alfred Otto Wolfgang Schulze, 1913-1951). Inquietante es también una baraja de cartas realizada por Mary Lévy: es el único elemento que atestigua que Mary vivió. Es su única obra.