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CONSEJO EUROPEO de PRIMAVERA

Sin choque, sin rebeldes, sin plan B

Josu JUARISTI

Visto que se habían eximido a sí mismos de la obligación de adoptar decisiones, los jefes de Estado y de Gobierno de la UE se han permitido colar un preámbulo en el pliego de conclusiones del Consejo Europeo, un preámbulo que arranca mal y que nadie que hoy esté en una situación apurada en la Unión Europea entenderá ni compartirá: «Mucho hemos obrado en estos últimos años para dar respuesta a las dificultades acuciantes derivadas de la crisis financiera y de la deuda soberana, con el objetivo de allanar el camino de regreso a un crecimiento creador de empleo sostenible (...) Mucho está ya hecho». Menos mal que el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, ha tenido la sensibilidad de tranquilizar a los ciudadanos asegurándonos que los líderes de la UE son muy conscientes de la frustración y del enfado de la gente. Aunque parezca mentira.

El Consejo Europeo anuncia al pueblo que «ha celebrado un debate exhaustivo sobre la situación económica y social y ha establecido las orientaciones para la política económica de los estados miembros y de la Unión Europea en 2013». Lo dicen, sin rubor, a mediados de marzo. Parece que es todo lo que se les puede exigir, a estas alturas: realizar un buen debate. A partir de ahí, todo (y nada) se resuelve con estos arranques voluntaristas: «Es preciso centrarse», «es primordial impulsar», «ha acordado debatir en los próximos meses», «ha tomado nota»...

El Consejo Europeo de primavera ha ofrecido un resultado más que previsible: no ha habido «choque ideológico» porque Angela Merkel ha tratado en todo momento de mantener un tono conciliador y porque François Hollande y compañía se han conformado con una declaración tan voluntarista como inconcreta, como siempre («no hay contradicción entre consolidación presupuestaria, reformas estructurales y crecimiento»); no han surgido rebeldes con causa ni nuevas voces discordantes porque el asfixiante Pacto Fiscal y el pegote (hasta hoy virtual) del Pacto de Crecimiento ulterior son el único plan admitido; así que tampoco hay plan B.

El plan vigente sigue enfocando los esfuerzos de los malos alumnos en poner en orden sus cuentas, a través de draconianos planes de austeridad y recortes, con las graves consecuencias por todos conocidas.

Ahora nos anuncian cinco prioridades económicas para 2013, intenciones tan loables como difusas, entre otras cosas porque, según aseguran ellos mismos, el problema radica en la ejecución de las políticas, con lo que vienen a reconocer que no se están implementando, aunque uno podría cuestionar el hecho mismo de que realmente existan. Se apela al BEI, pero las cifras son escasas y las políticas o proyectos que pueden beneficiarse de las ayudas imprecisas. Se piden políticas activas para crear empleo, pero el famoso plan de fomento del empleo juvenil, de por sí demasiado escaso para tener un impacto real, no será operativo hasta 2014; mientras tanto, animan a recurrir a los fondos estructurales, pero es todo demasiado borroso. Y ya se sabe que no hay mucho dinero en caja. Ni tan siquiera hay nuevo marco presupuestario todavía.

Se asegura que el Mercado Único es un motor fundamental para el crecimiento y el empleo, pero aún quedan sin aplicar demasiadas normas legislativas relativas al mismo, tanto a escala de la UE como, sobre todo, de los estados miembros.

Y lo mejor es que, cuando hablan de «aspectos sectoriales y estructurales que son `clave' para el crecimiento económico y la competitividad de Europa» (energía, innovación y agenda digital, sobre todo), dejan toda discusión sobre dichas cuestiones para los próximos meses. En la misma línea, competitividad y política industrial se ventilan en un impreciso y único párrafo y se pasa la pelota a la Comisión Europea, a quien solo queda ya un año de mandato.

Una cumbre, otra más, intrascendente, decepcionante y superflua.

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