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Dabid LAZKANOITURBURU Periodista

La realidad siria frente a los espejos deformantes

Dos años de revuelta, y sobre todo cuarenta largos meses de de guerra abierta dan, desgraciadamente, para mucho. Y permiten descartar varias tesis en torno al complejo panorama sirio.

La primera insiste en que el sirio es un «gobierno socialista árabe víctima de una conspiración imperialista». Sin remontarnos a los últimos 40 años de deriva histórica del partido que lo sustenta (el Baath) -deriva que explica precisamente la revuelta-, esta tesis nos lleva a dos conclusiones que la invalidan. O los conspiradores son tan incapaces que llevan la friolera de 700 días mostrando su impotencia o el objeto de su conspiración no resulta tan decisivo (socialista) como sostienen algunos. Me inclino por la segunda.

La otra tesis es la que presenta a los rebeldes armados y a sus portavoces en el exilio como la vanguardia de una sublevación popular masiva. A dos años vista, es claro que unos y otros tienen agendas propias -la de los primeros, cada vez más islamoyihadista, y la de los segundos, eternamente liberal-, lejos de representar a los que, a mediados de marzo de 2011, comenzaron a salir a la calle a pedir reformas.

Sobre estos, es obvio que son una minoría (siempre lo son los que se manifiestan, más si corren el riesgo cierto de llevarse un balazo). Como minoría son los que siguen en sus casas, rumiando más miedo a un futuro sin al-Assad que a la mismísima Mujarabat (Policía secreta).

Esas dos minorías son las que hacen la mayoría que conforma el pueblo sirio. Más allá de unos y de otros. Y es a ese pueblo al que teme el imperialismo y contra el que, llegado el caso, no dudaría en intervenir.