Iratxe FRESNEDA Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual
Artefactos II
Mucho «baibai» (da dá) hay en la vida, primitivismo y espontaneidad, azar y juego. Algo de eso, prácticamente todo, en los caminos de algunas películas. Películas en las que el azar ha cogido de la mano a su autor
De vez en cuando me acuerdo de los dadaístas y hoy me he tropezado con el poema de uno de ellos. Estaba dentro de un libro, al acecho, es de Tristan Tzara, «Para hacer un poema dadaísta»: «Coja un periódico. Coja unas tijeras. Elija en el periódico un artículo del tamaño que quiere darle a su poema. Recorte el artículo. Recorte luego con cuidado cada palabra que forma este artículo y métalas en una bolsa. Agite suavemente. Saque ahora cada recorte uno tras otro. Copie concienzudamente en el orden en que hayan salido de la bolsa. El poema se parecerá a usted. Y así será un escritor infinitamente original y de una sensibilidad encantadora, ¡aunque incomprendida del vulgo!».
Mucho «baibai» (da dá) hay en la vida, primitivismo y espontaneidad, azar y juego. Algo de eso, prácticamente todo, en los caminos de algunas películas. Películas en las que el azar ha cogido de la mano a su autor y le ha obligado a desviarse del sendero marcado. Artefactos en los que el espectador después emprenderá uno y mil viajes con su mirada, sin poder controlar su imaginación, esa que deambula sola, libre y, a veces, sorprendentemente feliz. «La casa Emak Bakia» es uno de esos maravillosos artefactos con los que continuas dialogando en tu regreso a casa. Ahuyenta los no-lugares, estimula la creatividad. Como «Deus et Machina», un cortometraje de Koldo Almandoz en el que descubrimos la importancia del relato que habita en la imágenes, alejándonos del vacío de la no-narración, y acercándonos al arte de contar historias. Los relatos, sean audiovisuales, escritos o cantados sobreviven gracias a que aún estamos necesitados de historias, nos alimentan. Me acabo de tropezar con otro: habla de una pareja de cerdos, se llaman Boris y Marjorie.