GARA > Idatzia > Iritzia> Gaurkoa

Félix Placer Ugarte | Teólogo

¿Un Papa de transición?

Félix Placer se pregunta por el devenir futuro del nuevo Papa. Si marcará un tiempo de transición de la actual Iglesia católica opulenta y poderosa a la «Iglesia de los pobres» reclamada por Francisco I. La emergencia del socialismo en la región geopolítica en la que nació se mezcla en los argumentos con las críticas a su actitud ante la cúpula de la dictadura. Varios teólogos que han sufrido el rigor acusador de otros tiempos han expresado su esperanza de que a partir de ahora se llegue a una Iglesia «plural, abierta y comunicativa», como «el pueblo sencillo», dice Placer, desea una Iglesia «de los pobres, voz de los sin voz, comprometida en la liberación de la humanidad».

A lo largo de estas últimas décadas se ha ido reforzando el peso de la involución en las estructuras eclesiásticas. En lo doctrinal ha sido la época de Joseph Ratzinger quien, primero como presidente del Congregación de la Fe y luego como Benedicto XVI, marginó a teólogos cuyas teologías habían comenzado a fecundar en la fértil tierra del Concilio Vaticano II. Su antecesor, Juan Pablo II, orientó todo el aparato curial y jerárquico en una línea afín a movimientos conservadores. Los triunfales viajes papales sirvieron para dar brillo a la figura del Papa en baños de masas cuya estela desaparecía en el mar de las injusticias mundiales y se ocultaba en la creciente secularización. Sus encíclicas sociales han tratado de aportar respuestas a los graves problemas sociales de injusticia mundial y con la llamada «nueva evangelización» han querido promover un anuncio convincente del mensaje de la Iglesia ante las cuestiones de gran relieve que nos está planteando el mundo actual.

El hoy Papa emérito terminó reconociendo su falta de vigor ante tales desafíos, y su renuncia supuso una inesperada ruptura de la inercia secular de un papado vitalicio. Esta sorprendente decisión que fue, por otra parte, humanamente normal en su delicada situación personal, deja pendiente una pregunta: ¿aquel decidido gesto humilde y valeroso implicaba también la renuncia a su línea conservadora y a su estilo de gobernar la Iglesia desde las dominantes estructuras curiales? El último informe del llamado Vatileaks parece apuntar a la urgente necesidad de un cambio; pero ¿hasta dónde? ¿Estamos con Francisco en la antesala de una transición auténtica hacia la renovación abierta y plena del Vaticano II promoviendo respuestas «eficaces», «para anunciar la liberación de millones de seres humanos», como pidió Pablo VI?

Los primeros signos del Papa argentino parecen apuntar en esa dirección por sus formas de cercanía al pueblo, por su deseo reiterado de una «Iglesia de los pobres» (propuesta por Juan XXIII), por su acercamiento «al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado», como lo subrayó en la ceremonia del inicio de su ministerio papal.

Los interrogantes comienzan, por tanto, cuando se trata de saber cómo impulsará el compromiso de la Iglesia a favor de los necesitados y marginados por tantas injusticias. Caben dos caminos: reforzar el asistencialismo eclesiástico para atender con preferencia al mundo de los marginados. Esta forma de caridad no alterará el modelo de Iglesia anterior. Pero si se trata de afrontar las causas de la pobreza, denunciarlas y abrir caminos a un sistema alternativo, el desafío adquiere importantes connotaciones económicas, políticas, ecológicas y eclesiales, con un avance cualitativo en la doctrina social de la Iglesia.

No hay que olvidar que este Papa procede de una región geopolítica donde el socialismo emergente está abriendo nuevas posibilidades y horizontes de justicia e igualdad. ¿Qué postura adoptará Francisco ante el nuevo sistema que hoy parece la única alternativa válida para una trasformación justa de tantos pueblos históricamente oprimidos? En su elección tuvo importante influencia -al parecer, decisiva- el electorado norteamericano y su designación ha sido bien vista por la esfera política de USA. En unos países de tan alto porcentaje católico un Papa no favorable a sistemas socialistas tendría un notable peso estratégico. Por otra parte, su pensamiento teológico no parece inclinarse hacia apoyos liberadores a procesos revolucionarios; de hecho, la teología de la liberación no fue opción del cardenal Bergoglio, siguiendo las posiciones de Juan Pablo II y Benedicto XVI.

Unido a este aspecto, aunque con otro significado, se ciernen sobre él las sombras de sus decisiones durante la dictadura del régimen militar argentino. Rotundos desmentidos vaticanos y personas relevantes como Adolfo Esquivel, premio Nobel de la paz, han defendido su conducta, haciendo constar sin embargo, en el caso de este último, su falta de audacia ante las atrocidades de aquel régimen. Sea cual sea su responsabilidad histórica, hará probablemente falta un gesto profético de denuncia y petición de perdón, ya que ciertamente una parte de la Iglesia argentina estuvo involucrada en aquellos trágicos acontecimientos. Tal vez un reconocimiento de este estilo animará también a responsables jerárquicos en el Estado español a pedir perdón por el apoyo directo y bendiciones a la «cruzada» franquista y su cruel represión.

En todas estas decisiones de amplio alcance va a tener un peso específico la influencia del aparato curial. Benedicto XVI no logró -¿lo intentó?- desmontar esas caducas estructuras. Dejó a su sucesor la difícil tarea de tomar decisiones determinantes ante informes secretos rigurosamente reservados. Sus decisiones y nombramientos en este organismo serán indicador significativo de un cambio en profundidad hacia un modelo de Iglesia, pueblo de Dios, tal como lo propuso el Vaticano II.

Ante tan exigentes desafíos y retos, no hay duda de que ciertamente estamos ante la posibilidad -y también esperanza- de transición hacia una nueva época eclesial que necesitará tiempo, audacia, paciencia y, sobre todo fidelidad a los signos de los tiempos de los pobres en un mundo en transformación. Esta renovación, que supere tan largos años de involución, no podrá ser realizada por este Papa, dada su edad, con toda la amplitud requerida. Además no se trata tan solo del cambio de una persona, por muy relevante que sea su función, sino de una mentalidad involucionista ampliamente extendida y sustentada por influyentes -al menos, hasta ahora- movimientos neoconservadores en la Iglesia. Las resistencias van a ser importantes y pondrán a prueba el vigor y el coraje de Francisco.

Varios conocidos teólogos, vistos como sospechosos y censurados por el Vaticano en estos últimos años -Leonardo Boff, Jon Sobrino, Hans Küng, Juan José Tamayo- han expresado su deseo y esperanza de un nuevo rumbo en una Iglesia plural, abierta, comunicativa liderada por este Papa, quien ha anunciado su decidido compromiso con el Pueblo de Dios de los pobres.

Pero ante todo es el pueblo sencillo que confía y desea realizar una Iglesia de los pobres, voz de los sin voz, comprometida en la liberación de la humanidad, donde late también el Espíritu, quien debe ser la base y motivación para anunciar la liberación a los más necesitados, a los cautivos, a los oprimidos.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo